Capítulo XXXVII

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Despertar con Abby a su lado fue completamente distinto a cuando amanecía solo. Detestaba las noches, porque éstas le resultaban un tormento por las pesadillas, pero por primera vez en muchos años, ninguna voz o recuerdo le había asechado en cuanto dormía.

Sin despegar la cabeza de la almohada, se quedó mirándola con detenimiento, sintiendo paz a causa de su expresión tranquila. Podría pasarse horas así, observándola y no se aburriría en lo absoluto. Aunque, tenía que admitir que extrañaría escucharla hablar y verla sonreír, pero lo que más echaría en falta eran sus abrazos.

En cuanto captó un estremecimiento en los párpados de Abby, cerró los ojos, apenado porque le pillara mirándola.

—Buenos días. Ya sé que estás despierto —en cuanto le apretujó la nariz, él abrió los ojos, y aunque trató de ocultarlo, era evidente que estaba apenado por haber sido descubierto —¿has dormido bien?

—Sí, muchas gracias, Abby —en ese instante la miró a los ojos, olvidándose de la pena, agradecido de todo corazón.

Sabía que por muchos años que viviera, nunca sería capaz de pagarle todo lo que había hecho por él.

—Ya te he dicho que no tienes que darme las gracias por todo —distraídamente, apartó un mechón de cabellos que Oliver tenía en la frente y se lo acomodó —Además, yo también he dormido muy bien. De hecho, creo que nunca he dormido tan bien. Solo espero no haberte dado ninguna patada al dormir.

No pudo evitar sonreír al pensar en su ex, el que en una ocasión se había quejado de que le había dado una patada en la espalda en cuanto dormían. Le había dado tan fuerte que incluso le había hecho un moretón grande. Desde ese día, las siguientes noches que compartieron juntos, él puso una almohada entre ambos como escudo.

—Me duele aquí.

El rostro de Abby se deformó por la angustia y la pena en cuanto Oliver se señaló el vientre.

—Oh, no, lo sien...

—Lo siento, es broma... —confesó, bajando la mirada, arrepentido.

—¿Eh?

Abby abrió mucho los ojos, mientras su cerebro trataba de asimilar lo que acababa de suceder. Del hecho que Oliver recién acababa de hacerle una broma.

—¿Entonces no te he hecho daño? —le preguntó porque creyó que sí le había pegado, pero que él no quería admitirlo para no hacerla sentir mal.

—No... —negó con la cabeza, escondiendo más la mirada —Lo siento... Te hice sentir mal...

—No, no te disculpes —Abby pasó de estar pasmada a un nivel elevado de entusiasmo —Conmigo puedes bromear todo lo que quieras. E incluso puedes llamarme vedeja de león si te apetece.

—Yo nunca te llamaría así...

Ni en broma la ofendería.

—Para mí no sería ningún insulto. Me encantan los leonés. De hecho, amo a todos los felinos —admitió.

Oliver como no sabía qué decir, apenas asintió y continuó cabizbajo. Seguía estando muy arrepentido por haber hecho que Abby se sintiera mal con su broma. Ni siquiera sabía por qué lo había hecho.

—Hey...

Abby se agachó para entrar en su campo de visión y le dedicó una mirada muy dulce.

—No quiero que te sientas mal por eso, ¿vale? Te aseguro que me ha hecho muy feliz que me hicieras una broma. Lo digo en serio —depositó la mano sobre su mejilla izquierda y se la acarició.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Onde histórias criam vida. Descubra agora