Capítulo XVIII

36 7 14
                                    

Desde muy joven, Oliver había aprendido a esconder las heridas en carne viva, tanto en su corazón como en su ser. En un principio, aprendió porque quería proteger a su madre; para evitar que la arrancaran de su lado, porque pese a todo, la quería.

Ante la memoria de su madre, sintió que se ahogaba, por lo que comenzó a toser.

—Oliver, tranquilo... —Abby abrió la ventana del lado de Oliver, dejando que el viento helado de las montañas entrara en el interior del vehículo.

Oliver miró al exterior y sintió que se perdía ante el baile de un copo de nieve, mientras buscaba cordura en sus púlmones.

—Tranquilo... Tranquilo... —repetía Abby, tratándolo con cariño.

Él la miró en el momento en que le bajó la cremallera de su abrigo. En ese instante, sus miradas se encontraron y Oliver sintió la grande preocupación que en sus ojos residía. Una preocupación que solo experimentaba con ella.

—¿Quieres que me vaya para que puedas quitarte la mascarilla? —sugirió Abby.

—No —negó, sintiéndose ahora tranquilo —Estoy bien.

—¿De verdad?

Cuando Oliver asintió, manifestó alegría en su rostro.

Después el silencio fluyó entre ellos, junto al frío invernal que seguía invadiendo el interior del coche.

Oliver miraba el exterior y se fijó en la parada de autobús, la que evocaba solo malas memorias. Frecuentaba las clases solo por obligación; para no acarrearle problemas a su tía, y también por Alexa, la que tenía el derecho de castigarlo. Creía que con sus castigos llegaría a sentirse mejor, y que quizás con ello la culpa que le recancomía se disiparía, pero nunca ocurrió.

En aquel instante, quería evitar a Alexa y a todos aquellos que representaban parte de su pasado; sentía la necesidad de huir de ellos, pese a que sabía que era culpable. Ya no quería sentir el frío que todos le otorgaban, después de haber experimentado la calidez de Abby.

Al mirarle, se percató de que se abrazaba a sí misma a causa del frío, por lo que decidió cerrar la ventana.

—No tienes que cerrar todavía. Tómate tu tiempo en calmarte.

—Estoy bien —aseguró, sintiendo que era sincero por primera vez en mucho tiempo.

—Bueno, —Abby esbozó una sonrisa—pero si vuelves a sentirte mal, puedes volver a abrirla.

Oliver asintió.

—¿Te apetece tomar algo calentito? ¿Un vaso de leche con chocolate? — le cuestionó, a lo que él respondió negativamente.

No quería molestarla, ni hacerla pasar frío. Además, su estómago no se mostraba muy cooperativo respecto a recibir alimento. Comer, también significaba para él una especie de obligación.

—Ya sabes que no es ninguna molestia para mí, ¿cierto?

Abby abrió los labios, mostrando una expresión de fingida ofensa, después de que Oliver le respondiera encogiendo los hombros.

—Oliver, ¿tienes cosquillas? —le cuestionó, después de un minuto de meditación. Esperaba conseguir un cambio en la expresión de Oliver, aunque fuera diminuto.

—No lo sé —respondió sin siquiera pensarlo.

Hacía años que a nadie se le ocurría hacerle cosquillas, así que desconocía cómo reaccionaría su cuerpo en caso de que unas manos traviesas le atacaran.

—¿Me dejas probar? —se atrevió a sugerirle.

Frente a cualquier otra persona, Abby habría atacado sin pedir permiso, pero Oliver era muy distinto a las personas que conocía o había conocido; con él, tenía que actuar cautelosa, ya que no sabía cómo podría reaccionar.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt