Capítulo XXXIX

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—Buenas tardes, Oliver. Me alegra mucho verte.

Aún cuando Marina se acercó y le saludó con toda su simpatía, Oliver no pudo ocultar el disgusto que sentía de estar allí otra vez.

—Hola... —ni siquiera la miró, y se mantuvo tras la espalda de Abby, a la que sujetaba la mano.

—Gracias por habernos atendido hoy —Abby le tomó una mano a la psiquiatra y le sonrió, en verdad muy agradecida —Y lamento lo que ocurrió el otro día.

Oliver, tras ella, asintió, dando a entender que también se arrepentía de ello. Pese a la aflicción que había sentido en aquel entonces, sabía que no había actuado correctamente.

—Yo soy la que lo lamenta. Quizás te presioné demasiado, Oliver —miró al chico con cierto arrepentimiento —Te prometo que hoy tendré más cuidado al preguntarte. ¿Sí?

Sin responder, miró a Abby de inmediato, la que le dedicó una sonrisa por encima del hombro y después miró a Marina.

—Señorita Marina, quisiera pedirle que me dejara quedarme, ya que Oliver lo prefiere así.

—Claro, no hay problema alguno. Siéntense, por favor.

Por fin Oliver asintió, y menos tenso, ocupó una de las dos sillas frente a la secretaria y Abby ocupó la otra.

—Oliver, —le llamó Marina en cuanto se sentó en su silla y él, cabizbajo, apenas asintió —antes de que vinieras, he escrito la baja para que la entregues en el instituto.

En cuanto vio que tendía el papel sobre la mesa, Oliver sintió un alivio inmenso al pensar en que no tendría que volver a Alexa. La idea de no tener que sufrir tanto sus palabras como su agresión le formaron una mueca involuntaria de alivio, que se mantuvo oculta tras la mascarilla que Abby le había fabricado en un momento con la máquina de coser, porque no era para nada sencillo comprarlas de algodón.

—Sé que no vas a necesitar más bajas porque ya estás a punto de cumplir la mayoría de edad, pero, me gustaría pedirte que vinieras a verme por lo menos una vez a la semana.

A pesar de que se lo había pedido con dulzura, Oliver no pudo evitar removerse en el asiento, pero, al final, terminó encogiendo los hombros, sin afirmar ni negar que lo haría, aunque Marina sabía perfectamente que no tenía ninguna intención de regresar.

—Oliver, no quiero que pienses que estoy aquí para hacerte daño, créeme, lo que quiero es ayudarte.

Con cierto recelo, él alzó la mirada, y por primera vez desde que había entrado, le miró a los ojos. Tenía que admitirlo, Marina no parecía una mala persona, pero estando detrás de la secretaría, con el portátil listo para anotarlo todo, le resultaba intimidante.

—Sé que ahora te resulta imposible, pero, ¿no te gustaría terminar los estudios en el futuro?

Lo único que él hizo fue encoger los hombros, pero poco después, en cuanto pensó en volver a convivir con más estudiantes, aunque fueran ya adultos, le causó un nudo en la garganta, por lo que negó con la cabeza.

—Tranquilo, eso solo sucederá cuando te sientas bien, por ahora, solo piensa en tu bienestar, ¿vale?

Oliver no podía verse en el futuro del que le hablaba Marina, pero de todos modos, asintió, ansioso por marcharse, aunque con Abby a su lado casi no sentía miedo.

Marina pareció satisfecha con su respuesta, aunque le era sencillo notar la ansiedad de su paciente, tecleó algo en su portátil y poco después se escuchó la impresora.

—Oliver, no soy partidaria de recetar medicación, pero, —le dijo mirándole, antes de tomar la hoja recién impresa —te recetaré este medicamento suave para que lo uses solo cuando te sientas muy nervioso.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Where stories live. Discover now