Capítulo XV

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—¿Oliver?

Su tía se asomó desde el baño y miró a ambos lados del pasillo, dejando escapar la nuve de humedad aglomerada en el espacio. Halló el ambiente sumergido en el silencio y no percibió la presencia de Oliver.

Envuelta en una toalla lo buscó en el grande salón, después le echó un vistazo a la alargada cocina y ya por fin abrió la puerta de su habitación, donde no lo encontró a él ni a su mochila.

—Qué raro —se dijo a sí misma, regresando una vez más a la cocina donde no encontró señales de que hubiera tomado el desayuno.

La grande mesa del salón se hallaba igual de limpia y ordenada. No era normal que Oliver saliera de casa media hora antes de la llegada del autobús. Tenía la sensación de que se había apresurado expresamente para evitarla, cosa que nunca antes había hecho.

Volvió a la cocina y se cercioró de que no faltaba algún cuchillo. Al hallar todo en orden, decidió no pensar más en ello y regresó al baño para terminar de alistarse.

***

—¡Buenos días!

En cuanto le vio, Abby se alzó del banco de la parada del autocar y corrió en su dirección para darle un abrazo apretado.

—¡No creas que no me di cuenta! —le susurró con una especie de dicha.

Oliver dejó de percibir su calidez cuando Abby se alejó, pero volvió a asentirla cuando le tomó las manos y comenzó a sacudiserlas.

—¡Te pusiste los guantes que te regalé! —canturreó Abby, viéndole con grande cariño —Tienes que usarlos todos los días sin falta —seguía sacudiendo sus manos, pero más lento, dejando que la sonrisa se ensanchara—Bien, ahora vamos a refugiarnos del frío.

Con suaves tirones le llevó hasta el mismo parking e ingresaron en el interior de su vehículo.

Oliver se recostó en el cómodo asiento y cerró los ojos por un breve instante, antes de mirar a Abby, la que frotaba las manos una contra la otra tras haberse quitado los guantes.

—Ahora, con tu permiso, voy a abrazarte todo el día —soltó ella de sopetón, y sin darle tiempo a una respuesta, volvió a abrazarle con fuerza.

Sentía que eso era lo que Oliver necesitaba: calidez humana.

—Considerame tu oso amoroso personal —tras esa broma comenzó a reír.

En un principio, Oliver había estado tenso, pero ahora su cuerpo se ablandaba al percibir su contacto.

Podría ver morir los minutos y horas estando de aquel modo. Quería que Abby le abrazara para siempre.

Era por ese motivo, que Oliver se alzaba de la cama sintiéndose ligero como una pluma. El sueño no le atraía, mucho menos aquella casa. Solo quería refugiarse entre los brazos de Abby, y ella no se cansaba de hacerlo.

La mayor parte del tiempo, se mantenían sumergidos bajo el silencio, apenas escuchando sus respiraciones y demás evidencias de vida.

Conforme los días transcurrían, Abby padecía mayor ansiedad. Por las noches le costaba dormir y por ello se levantaba varias veces de la cama. No podía sentirse tranquila hasta que se encontraba con Oliver por las mañanas. Él se había convertido en su prioridad y mayor responsabilidad.

Tenían apenas una semana de conocerse, pero ella tenía la sensación de que se conocían desde hace mucho. Quizás porque el tiempo con él transcurría perezoso a causa de la audiencia de charlas.

—Mañana es sábado, pero igual te estaré esperando —le comentó ella tras abrazarlo la mañana del viernes.

Oliver abrió los ojos al escucharla. Si salía de casa en un sábado, su tía comenzaría a sospechar. De todos modos, estaba seguro de que los profesores a no más tardar, se pondrían en contacto con ella para preguntarle la razón por la que estaba faltando a clases.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Where stories live. Discover now