Capítulo XXXV

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—Abby, te admiro —Sara la miró con lágrimas en los ojos. Abby le había contado lo que había ocurrido aquella tarde con Oliver y no tardó en sentirse triste, pero también se sentía aliviada porque ella había estado a su lado —Yo... No sé si podría soportar tanto...

—Es difícil. Muy difícil —admitió, recostando la nuca en el respaldo del asiento del conductor y mostró todo el cansancio que había ido acumulando desde el día que conoció a Oliver —pero no me arrepiento de haber conocido a tu hermano, porque, aunque está muy roto, sé que es una muy buena persona. Sé que nuestra amistad será para siempre.

Sara asintió, aferrándose a esa bonita esperanza. Ahora, su mayor ilusión, además de formar una buena relación con su hermano, era verlo bien. Merecía ser feliz después de tanto sufrimiento.

—Solo espero poder formar parte de su vida algún día —no pudo evitar soltar un suspiro. Le parecía un deseo casi imposible.

—Sé que con el tiempo, tu hermano se dará cuenta de lo valiosa que eres —depositó una mano sobre las suyas y la miró con una amplia sonrisa.

—Muchas gracias, Abby. Sobre todo por contarme sobre mi hermano.

—No hay de qué.

Cuando estaban a punto de darse un abrazo, el móvil de Abby comenzó a sonar. En cuanto vio el nombre de Oliver en la pantalla se le encogió el corazón. Era la primera que la llamaba, y sentía que algo malo le había sucedido. Porque solo en un caso así la llamaría.

—Es Oliver —le informó a Sara, la que se tensó de inmediato y asintió, diciéndole que atendiera de inmediato.

Nada más pulso el botón verde, el llanto de Oliver le atravesó el oído derecho, y la angustia creció en su pecho.

—Abby... —su voz sonaba rota y cansada, causando en Abby una ansiedad que fue creciendo a cada segundo que pasaba.

—¿Oliver, qué te sucede? —echó una mirada preocupada a su hermana, la que trataba de poner atención a la voz de su hermano, cosa que le costaba porque no estaba en manos libres.

—Mi padre... Él vino y... —era tan insoportable el dolor que le atacaba el pecho, que apenas podía respirar, mucho más hablar —Él me odia Abby... Solo le importa mi hermana... Me dio una bofetada y...

Estaba tan desesperado por contarle lo que le había sucedido, que hablaba demasiado deprisa, cortando detalles importantes. Por años había callado todo, pero ya no podía seguir haciéndolo. Necesitaba que Abby le escuchara y le arrancara el dolor. Sin duda la necesitaba a su lado.

—Oliver, ¿dónde estás? —no podía permanecer allí ningún minuto más limitándose a escucharle. Necesitaba ir a su encuentro y estrecharlo con todas sus fuerzas.

—P-pero... Y-yo... —sin duda la quería a su lado, pero al mismo tiempo no la quería incomodar.

Antes de decidirse a llamarla, se había quedado mirando su número por más de un cuarto de hora, hasta que comenzó a escuchar la voz de Alexa dándole malas ideas. Semanas atrás, le habría hecho caso, pero ahora tenía a Abby para ayudarle a alejar esos pensamientos.

—¡Oliver, dime dónde estás, te lo ruego! —si tenía que seguir insistiendo iba a ponerse a llorar ella también, porque, en serio, la angustia la estaba matando en vida.

—En la parada de autobús... —confesó por fin, incapaz de callar el llanto —Lo siento, Abby, yo sé...

—Oliver, deja de decir eso. Escucha, ahora mismo voy para ahí, no salgas de ahí, por favor —se aferraba al móvil con ansiedad. Solo pensar en que al llegar no lo encontrara, suponía un peso en su pecho y pulmones —Prométeme que no vas a salir de ahí.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Where stories live. Discover now