Capítulo IV

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—Ya estoy aquí —anunció Roger tras los golpes pronunciados en la puerta.

—¡La madre que te parió! —Dyle abrió la puerta sintiendo unas inmensas ganas de golpear a su amigo.

—Estate tranquilo. No va a pasar nada —dijo él de lo más relajado, como si la situación en la que se encontraba Oliver no fuera nada relevante.

A Dyle su actitud le ponía más nervioso.

—¡¿Es que acaso no te aterra la idea de que Alexa lo haya matado?! —estuvo a punto de gritar, pero se esforzó en contenerse.

—Cállate —le reprendió Roger, comenzando a perder la paciencia —No se va a morir por algo así, y aunque así fuera, tú mismo lo acabas de decir, fue Alexa la que lo habría matado, no nosotros.

—Pero nosotros siempre estamos con ella. No saldríamos impunes. —murmuró tembloroso, incapaz de sentirse tranquilo.

Roger rodó los ojos, incapaz de seguir soportando a su miedoso amigo y se acercó al joven inconsciente. Con dos de sus dedos, unió la pequeña brecha que tenía Oliver en la cabeza y a continuación pegó el parche que había traído, lo que se le hizo difícil porque los cabellos no paraban de adherirse.

Y en todo el proceso, escuchó a Dyle murmurando cosas que él no llegó a comprender, pero que por su tono era evidente de qué se trataba.

—Como sea, no se va a morir —aseguró una vez terminó el vendaje.

Dyle no estaba para nada de acuerdo, pero, para su satisfacción, Oliver comenzó a abrir los ojos quince minutos después. Solo entonces, Dyle pudo suspirar del alivio.

—¿Ves? Ya despertó el bello durmiente —Roger le obsequió pequeñas palmadas en las mejillas a Oliver, ganándose su aturdida atención —Venga, que te llevo al hospital a que te vean eso. Hay que ver lo patoso que eres. Mira que resbalarte en el baño...

En su voz, que fingía ser amable, se podía apreciar el tono de amenaza, lo que Oliver no pasó por alto, pese a que nunca había pensado en confesar la verdadera razón de dicha brecha.

Con la ayuda de ambos, Oliver caminó por los pasillos. Por el trayecto, se cruzaron con la tutora de la clase de Roger y Dyle.

—Profe, nos llevamos a Oliver al hospital —le comentó Dyle a la profesora, en verdad preocupado por él, ya que, si algo grave le sucediera, él tendría los días contados.

—¡Oh, dios mío! ¿Qué le ha pasado? —fue claro el horror en la cara de la mujer al evidenciar la sangre en el cabello y en su rostro.

—No lo sabemos. Lo encontramos inconsciente en el suelo del baño —respondió Roger fingiendo una enorme preocupación, aunque en realidad aquella situación incluso le parecía divertida.

—Apenas me resbalé —soltó Oliver apenas alzando la voz, logrando una sonrisa interior en sus dos compañeros.

—Vaya... —la mujer formó una mueca de disgusto en su rostro —Chicos, no se preocupen, dejen que yo le acompañe al hospital. Avisen al director de lo que sucedió.

Se acercó más con la intención de servirle de auxilio al joven, pero los dos estudiantes que le servían de soporte retrocedieron, negando.

—Está bien, profe, nosotros queremos acompañarle —dijo Dyle con cierto apuro, sintiéndose al borde del desmayo.

Aunque Oliver no había dado señales de que fuera a hablar, no podía dejar de estar preocupado. Tenía que acompañarle y escuchar de la boca de un medico que estaba bien. Que se recuperaría en cuestión de unos días o como mucho una semana.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Where stories live. Discover now