Capítulo XXVII

27 4 7
                                    

—¿Y a ti, Oliver? ¿Qué tal se te dan los idiomas?

Oliver no quería hablar, así que se limitó a encoger los hombros. El inglés le resultaba sencillo por escrito, pero no sabía si su pronunciación sería la correcta.

—Ah —soltó Abby de repente, detonando un brillo especial en su mirada — Acabo de acordarme cuando iba con mis compañeros del colegio a patinar sobre hielo al Palau de Gel. ¡Como me gustaba! —una sonrisa nostálgica cubrió sus labios como un bálsamo.

Ese sentimiento se introdujo en Oliver, transportándolo a aquel lugar que también había visitado varias veces con sus compañeros de clase. Una concentración de risas inundó su mente, mientras visualizaba la imagen de un grupo de niños que comentaban algo entre ellos, mirando con sonrisas maliciosas a un niño que leía un panfleto que habían repartido los dos profesores que los acompañaban. La mayoría de alumnos lo habían desechado o guardado en algún bolsillo de sus abrigos o en la pequeña mochila donde traían la merienda.

—¿Acaso vas a patinar como cisne, patito feo? —comentó Oliver, causando una avalancha de carcajadas que incomodaron al pequeño lector, aunque este se esmeró en fingir indiferencia.

—Nos va a hacer el baile de los cisnes de la peli de la Barbie —añadió otro niño, tratando de imitar una pose de ballet, mientras sacudía las pestañas como el aleteo de una mariposa.

—¡No, qué asco! — Oliver mostró la lengua, asqueado— Será mejor que no nos acerquemos a él o nos va a contagiar su niñería.

Tras un gesto con la mano, Oliver se encaminó hacia el interior del palacio de hielo, teniendo tras de sí a sus amigos.  El niño se quedó atrás, observando el panfleto con la ilusión desvanecida.

—Cállense — murmuró con rabia, apretando el papel entre sus manos y después lo arrojó a la basura.

Detestaba aquella tonta visita escolar, a sus compañeros e incluso a los profesores, los que seguro compartían el mismo pensamiento que todos los niños. Lo tachaban como alguien patético que no valía nada.

Si tan solo pudiera agarrarlos a todos y arrugarlos como había acabado de hacer con el panfleto, lo haría. Los aplastaría a todos, en especial a Oliver. A él lo detestaba más que a nadie.

Oliver lo empujó varias veces en la pista de patinaje, siempre con el cuidado de que ninguna maestra le estuviera viendo, y sus compañeros hacían lo mismo.

En sus expresiones de tristeza y dolor, Oliver se veía reflejado a sí mismo. El hermano de Alexa le comprendía mejor que nadie, porque había sufrido en carne propia lo mismo que él, y era por esa misma razón, que en aquel entonces lo necesitaba.

—Tengo que ir a patinar un día de estos.

Las palabras de Abby, regresaron a Oliver al presente.

—Era muy buena en ese entonces. Tendrías que haberme visto deslizándome de un lado para otro sin desequilibrarme ni una sola vez — canturreó con orgullo — Seguro que cuando vuelva a ir, no tendré problemas.

Oliver no podía prestarle debida atención. Hablar de aquel lugar, le recordaba el monstruo que un día fue.

Sin titubear, Oliver despegó los dos pedazos de pan del bocadillo y dejó que la tortilla de patata cayera en el interior del cubo de la basura. Después, soltó el pan, riéndose de la expresión desolada de su compañero.

No es justo, fue lo que pensó Oliver en aquel entonces, en cuanto vio que el hermano de Alexa había traído un bocadillo hecho por su madre, mientras que él tuvo que conformarse con un par de galletas María.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Where stories live. Discover now