Capítulo XIX

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Con el mismo sigilo que el día anterior, Oliver abandonó el domicilio, apretando las manos en el interior de los bolsillos para aferrarse a la suavidad del obsequio de Abby. El frío viento le recibió nada más salió al exterior. Al principio, inició una caminata normal, pero conforme fue avanzando, aceleró hasta perderse en una correría.

Era tanta la ansiedad que sufría, que no vio un charco de escarcha que se cruzó por su camino, culpable de que resbalara y perdiera el control de sus pasos, hasta que chocó con las manos en una de las paredes del hotel.

El vaho que salía de su boca estaba presente en el ambiente helado, el que él observó durante un corto lapso de tiempo, hasta que dejó de apoyarse en la pared y rodeó la esquina del hotel, casi sintiendo que su corazón explotaba al saber que ella estaba tan cerca.

Allí estaba ella, apoyada de espaldas a una de las columnas de la parada del autobús, con las manos en los bolsillos de un abrigo rosa con pelos blancos en la capucha. En cuanto le vio llegar, sus labios manifestaron una sonrisa y comenzó a cortar la distancia. Sin embargo, la mayor distancia, la borró Oliver y la abrazó con todas sus fuerzas, mientras hundía el rostro en su pecho, sintiéndose dichoso de estar por fin de vuelta a su refugio.

—Oliver, eres tan tierno —le dijo Abby, totalmente encantada con su actitud, mientras le estrechaba del mismo modo —¡Yo también me alegro mucho de verte!

Envolviendo su figura con los brazos, comenzó a dar vueltas patosas junto a él, víctima de una emoción muy grande que le hacía sonreír dichosa.

Aquellos encuentros eran en verdad un tesoro que se hacía más grande cada vez que Oliver demostraba apreciarlo más.

—Y, dime, ¿estás preparado para un nuevo look? —Abby cerró el índice y el dedo corazón, simulando que tenía una tijera en la mano.

Había sido tan intensa la necesidad de regresar a ella, que Oliver había llegado a olvidarse de la propuesta que había aceptado, pero aún cuando un nerviosismo comenzó a asecharle, estaba agradecido de poder estar un día más junto a aquella persona.

—Vamos.

Se dejó llevar por los tirones suaves, que le dirigían hacia el vehículo.

—¡Espera un momento!

El ronroneo del motor de un coche — que hasta entonces había estado ausente de los oídos de Oliver — hizo que su ser estremeciera en el preciso instante en que sintió que era retenido del brazo por alguien más.

—¿Se puede saber a dónde vas, Oliver? —las pupilas de su tía se clavaron en él como agujas. —¿Acaso eres tú la que ha estado incentivándole a que no vaya a clases? —miró a Abby muy irritada.

Oliver era incapaz de pronunciar palabra, porque estaba perplejo, prisionero en los ojos de su tía.

¿Por qué ella estaba allí? ¿Acaso le había seguido? No, no, rogó, sintiendo que la desesperación le formaba un nudo en el esófago. Su tía iba a arruinarlo todo.

Abby, la que también estaba perpleja por la forma repentina y brusca con la que le habló aquella mujer, percibió un profundo temblor que provenía de la mano de Oliver, la que se le aferraba al brazo.

—Señora, —miró a la mujer con una sonrisa, un vano intento de apaciguar la furia que habitaba en su mirada — yo, en ningún momento, he tenido la intención de perjudicar a su hijo, yo solo...

—¡No es mi hijo! —negó de inmediato, haciendo notable el desagrado que dicha equivocación sembró en ella —Es mi sobrino.

—Entiendo —asintió, sin dejar de estrechar la mano de Oliver —Entonces, como le decía, no es mi intención perjudicar a Oliver, si no todo lo contrario. Yo solo quiero ayudarle.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Onde histórias criam vida. Descubra agora