Capítulo XXXIV

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—Oh, vaya —a pesar de lo tanto que le desagradaba la presencia del inesperado visitante, la tía de Oliver no pudo evitar esbozar una sonrisa divertida —Nunca pensé que alguna vez tocaras al timbre de mi casa. ¿Acaso te ha atacado el remordimiento? ¿Tú tienes de eso?

—No he venido a verte a ti —el padre de Oliver le habló con crudeza y la miró con desprecio —He venido a ver a mi hijo.

—¿A tu hijo? ¿A ese que tanto desprecias? —la burla no hacía más que crecer en su cara.

—Tanto yo como tú lo despreciamos, así que no te hagas la santa conmigo. Si exigiste la custodia, no fue porque lo quisieras, solo lo hiciste para molestarme —la detestaba tanto que ni siguió mirándola a la cara —Venga, ve a decirle a mi hijo que estoy aquí.

—Oliver no está en casa, así que vente por donde has venido —ella tampoco estaba cómoda con su presencia, así que dio un paso atrás y empujó la puerta para cerrarla, pero él no se lo permitió.

—Espera, solo tengo una cosa que decirte —volvió a mirarla con desprecio y ella cruzó los brazos y le enarcó una ceja —En cuanto Oliver cumpla los dieciocho años, quiero que venga a vivir conmigo.

—¿Qué? —no pudo evitar formar un o con la boca. Ella sabía que aquel hombre despreciaba a Oliver tanto como ella, así que no tenía ningún sentido que lo quisiera viviendo en su casa con su familia. Quizás sí que le había afectado el remordimiento —¿Estás hablando en serio? Pero si me acabas de decir que lo desprecias.

—Tú no tienes nada que ver con eso. Oliver es mi hijo, y punto —no quería darle ningún tipo de explicación a aquella mujer, pero como lo había cuidado durante tantos años, se sintió en el deber de decirle al menos eso.

—¿Que no tengo nada que ver, dices? —el enfado ocupó su expresión, no porque le doliera que le quisieran separar de Oliver, si no porque no podía permitir que aquel hombre, que había arruinado a su hermana, ahora pretendiera ser feliz con el hijo que desde un principio rechazó —Oliver es mi sobrino, el hijo de mi hermana, y no pienso dejar que lo separes de mí. Hasta que se independice, va a seguir viviendo conmigo.

—No me importa lo que quieras o no. En el momento en el que Oliver tenga los dieciocho años, la única opinión que cuenta es la suya, así que no se te ocurra venir a incomodarme a mí y a mi familia después.

La sangre le quemaba las venas. La mujer no podía dirigir la imagen de familia feliz que el maldito frente a ella quería construir. Sin embargo, solo necesitó recapacitar un poco para calmarse y esbozar una sonrisa. Había sido una tonta al enfadarse con un tipo que se hacía llamar padre, pero que nunca había buscado a su hijo. Era más que seguro que Oliver no iba a querer convivir con él. 

—¿Realmente crees que vaya a querer vivir contigo? —se llevó las manos a la cintura y lo miró con una sonrisa de falsa amabilidad —Oliver aceptando irse a vivir con un hombre, que a pesar de su padre nunca se ha interesado por él. No puedo ni imaginármelo.

—Si he sido un padre ausente, la culpa se la debo a la loca de tu hermana y a ti —la señaló con el dedo índice, como si la amenazara con un cuchillo.

—¡Mi hermana no estaba loca! —eso sí que la alteró —¡Así que no te atrevas a volver a llamarla así!

—¿Qué no estaba loca? ¡La prueba está en lo que hizo en la cara a mi hijo! —avanzó más hacia ella de un modo amenazador.

La tía de Oliver habría continuado con aquella discusión, si no fuera porque recordó que los vecinos podían estar escuchando, por lo que hizo todo su esfuerzo en relajarse y aparentar naturalidad.

Por favor, mátame o ayúdame [Completa]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant