Capítulo 27

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Aunque Yuu siempre fue muy mimoso con Michi y solía regalarle juguetitos y obsequios que sabía que lo harían feliz, Michi se sentía un poco abrumado por la cantidad de regalos que le llevaba Aly cada vez que se veían. Ya ni siquiera sabía dónde guardar sus juguetes.

Ese viernes, le había comprado una libreta de dibujo, colores, distintos tipos de lápices, y borradores, lo que agradeció con emoción debido a que siempre había amado dibujar.

Lo que ni Mika, ni Michi sabían, era que Aly había buscado ayuda en Yuu para con el niño, lo que al moreno le hizo sentir que había tomado la decisión correcta en retirarse y dejarle el espacio libre a Aly.

Fue un poco más sencillo para ella comenzar a hablar con Michi, que ya no era tan retraído, ni tan cortés, incluso pensó que cuando Michirou la aceptara, y la viera como su madre, entonces tal vez, y solo tal vez, las oportunidades con su ex novio podrían abrirse.

—¿Puedo... Pasar por tu casa un rato...? —pidió Aly cuando salieron del puesto de fideos, a lo que Mikaela simplemente negó con la cabeza.

—Si quieres pasar más tiempo con Michirou, no tengo problemas en que te lo lleves de vez en cuando, no sin antes hablar con él, por su puesto.

Aly sonrió incómoda por esa respuesta. Aquel comentario lo habían hecho con intención de que el niño no escuchara, sin embargo, fue un duro golpe cada rechazo de su ex novio, en especial porque apenas y llevaba dos semanas conviviendo con Michi y evidentemente, sería muy extraño para él de repente ir a casa de una desconocida.

—De acuerdo, está bien —murmuró, así que después de despedirse, cada quien se fue por su lado.

~

—¡Tengo hambre, papá! —murmuró Michirou como por milésima vez en la noche, debido a que a veces Mikaela se perdía adelantado el trabajo y demoraba en hacer la comida.

—Dame un momento, cariño, ya casi termino —pidió acariciando su propio cabello con desesperación.

Extrañaba el control en el hogar que Yuu tenía. Siempre estaba lista la comida para los tres, y solía hacer limonadas, o té dependiendo del clima. A veces los sorprendía con galletitas o postres, y siempre ponía suma atención a las necesidades de Michirou.

Mikaela no era ni la mitad de buen padre de lo que era Yuu, porque había encontrado vocación en ello.

Lo echaba demasiado de menos, y se sentía demasiado patético, y demasiado triste, sentía que no era lo suficiente, que no rendía lo suficiente, que no hacía lo suficiente.

—¡Extraño a papá! —exclamó Michi a punto de hacer un berrinche—. Tengo hambre, tengo mucha hambre... ¡Tengo sueño!

Las lágrimas resbalaron de sus mejillas en seguida, mientras comenzaba a jipiar. Michi también se sentía muy frustrado, porque no estaba acostumbrado a pasar tanto tiempo lejos de Yuu, y aunque este había dicho que los cambios para los niños eran más fáciles, para Michi no lo estaba siendo.

—¡Quiero a papá, quiero a papá!

Mikaela dejó su trabajo en seguida, de repente también se sintió un niño a punto de llorar.

Siempre había sido autosuficiente, sabía hacer todas las actividades del hogar, y cocinar. Siempre fue dedicado a los estudios, jamás se vio envuelto en situaciones difíciles porque siempre buscaba soluciones.

Pero sentía que estaba llegando a su límite. Tenía su corazón roto, porque quería ver a Yuu, y al mismo tiempo, hacerse cargo de su hijo solo, con apenas apoyo de una mujer que le producía mucho enojo, solo empeoraba las cosas.

Cuando Yuu se fue, quiso darle a Mikaela la cantidad de dinero suficiente para mantener a Michirou, pero lo rechazó porque el problema no era la economía. Eso estaba lejos de ser un problema en esta situación.

—Papá... Papá volverá pronto, recuerda que tiene actividades importantes por hacer, Michi. Ven aquí, mi amor, ¿Puedes? Ven aquí.

Michi no hizo caso, siguió llorando fuertemente, así que al rubio no le quedó más remedio que acercarse a su hijo y estrecharle entre sus brazos en un intento por consolarlo.

~

El tercer fin de semana fue peor de lo que ninguno de los adultos había pensado. Michi se encontraba demasiado molesto, y parecía hacer berrinche de todo. No quería comer, ni ir a los jueguitos del local, y solo agradeció el obsequio de Aly con evidente apatía.

—Oye, Michi. Después de comer, hay que ir por un helado —propuso la fémina tomando la manita del mencionado.

El niño la miró tardando en responder.

—Mi papá me dice que no coma helado cuando hace frío, y no quiero desobedecer —comentó haciendo un puchero.

Para cuando viera a Yuu, se podría sentir orgulloso de haber hecho caso a todas sus enseñanzas y prohibiciones.

—Entonces, ¿Qué tal una rebanada de pastel o galletas? —propuso Aly subiendo su mano hasta el hombro de Michirou.

—No tengo hambre.

Era muy evidente la incomodidad de Michi en el toque de la mujer, así que Mikaela abrazó a su hijo en un intento por apartarlo de Aly, que se recompuso igual de tensa que el ambiente en ese momento.

—¿Qué tal si mañana vamos a jugar videojuegos? Escuché por allí que te gusta un juego de construcción.

Ante la sugerencia planteada, en lugar de recibir una respuesta afirmativa, Michi pareció muy triste.

—Gracias —fue su respuesta.

Porque siempre que jugaba videojuegos, era en compañía de Yuu.

El resto del día, Aly no encontró otro tema de conversación con su hijo. Se había sentido tan motivada, pero fácilmente se rendía. No era una mujer con fuerte determinación, le frustraba no obtener resultados rápidos, y comenzaba a sentirse muy sola.

Aunque Mikaela estaba en todo su derecho en no intervenir en su relación con Michi, Aly lo veía diferente. Era su hijo... Tendría que pensar en la relación de su propio hijo y su madre, así que se sentía molesta por la indiferencia del rubio.

Por otro lado, Yuu había estado demasiado al pendiente de Michi a través de Aly, lo que en lugar de hacerla sentir feliz de tener ese tipo de apoyo, pues fue más fácil para ella encontrar algunas respuestas del niño, le hacía sentir una mezcla de culpa, envidia, ira y tristeza enorme.

Quizá la familia de Michirou en lugar de sufrir un cambio, debería de volver a lo que era antes... Pero Aly no quería rendirse todavía.

Una familia para Michirou Where stories live. Discover now