Capitulo 8

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Solo Fabricio era capaz de sonar sexy, malvado y al mismo tiempo agradable al decir una oración. No sé cómo lo hace, o porque me encanta jodidamente que sea así. Tal vez tener pensamientos tan impuros en el que él es protagonista no estaba del todo bien, pero no podía evitarlos. Es como ver un postre, y tienes hambre, y no puedes evitar ver el postre; deseando que te den un poco. Bueno, tenía muchas ganas de que Fabricio sea mi postre.

Tomo un poco de vino, y comencé a saborearlo. Estaba rico, creo que muy pocas veces probé un vino así. Y, tengo que contar un secreto, la verdad era que mencioné lo de las condiciones sin siquiera haber pensado en cuál iba a decir si Fabricio las llegaba a aceptar. Esperaba que no se diera cuenta, me daba pena. Pero me tocaba improvisar, después de todo, en eso no era tan mala.

Ay, a quien mierda engaño. No tengo ni una jodida idea de que condición decirle. Pero el tiempo estaba pasando, y más me vale hablar antes de que se arrepintiera o dijera algún estúpido comentario sobre cómo no tenía condiciones para ofrecerle. Así que, fui a la más básica:

–Quieres que me sumerja contigo en esas mierdas del bondage y que deje que me folles todas las veces que quieras, ¿no?–él asiente con la cabeza–. Y yo quiero que me acompañes a la boda, fácil. Quiero que al menos finjamos estar en una relación real públicamente.

Fabricio ríe.

–¿Es enserio?–pregunta–, te refieres a… ¿chocolates, citas, regalos, mimos en público?

Asiento bastante seria mientras tomo un poco más de vino. De verdad estaba delicioso. ¿El vino emborracha?

–¿Cuando es la boda?–pregunta.

–En dos semanas.

–Ok, entonces, mi propuesta es que la “actuación” o como quieras llamarla dure hasta la misma noche de la boda. Después de eso, adiós. Cada quien habrá obtenido lo que quiere.

–Prefiero llamarlo “negocio”, gracias–digo con un poco de egocentrismo, como si me creyera una buena negociante–. Y me parece tiempo suficiente. Empezaremos a partir de mañana.

–Hmmmm–mufa un tanto dudoso.

–¿Ahora que, Fabricio?–me cruzo de brazos. Odiaba el tono en que musitó lo anterior. Entendía que había encontrado un error, y me daba miedo saber cuál.

–No creo esperar hasta mañana para… ya sabes–menciona bajando la voz–. Practicar el coito, jeje.

Ruedo los ojos, riéndome por lo bajo de lo que había dicho. No iba a mentir, yo también lo deseaba, y mucho. Pero también deseaba ver la cara de sorpresa de Asher cuando me viera entrar con Fabricio y viera que él no era el único que superaba rápido a quien creía el amor de su vida.

Maldito Asher.

En fin, supongo que habré aprendido una lección nueva.

–Que directo–le confieso, malhumorada.

–Es mi don–me guiña un ojo.

El mesero volvió con la comida y rápidamente la dejó en la mesa. Olía delicioso. Al poco tiempo que se fue el mesero, procedo a cortar un poco el pollo, y a comer de la ensalada. Sí que tenía hambre. Fabricio hizo lo mismo, un poco más calmado.

Ya cuando había dado el primer bocado, una pregunta muy preguntosa había llegado a mi cabeza.

–¿Qué haremos con Ariana?–pregunto, cortando de nuevo el pollo.

–¿Cómo que qué haremos?–me devuelve la pregunta, incrédulo. Creo que no entendió a lo que me refería.

Hombre tenía que ser.

Deseos Oscuros Where stories live. Discover now