Capitulo 29

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La increíble luz nocturna me permitía una vista de Fabricio mejor de la que esperaba. En este momento lo odiaba, sí, pero eso no eliminaba el hecho de que ese condenado era jodidamente hermoso. No lo quería admitir, pero desde la primera vez que entré a su habitación roja sabía que algo iba a pasar. 

En realidad sí lo había echado de menos. 

Tenía ganas de saber cual sería su gran excusa, así que solté un suspiro mientras caminábamos. El ambiente tan sereno era muy reconfortante. Sin duda salir de noche es uno de los mejores placeres de la vida.

—¿Estás segura de que no me vas a insultar y a tacharme de mentiroso si te lo digo?—me preguntó. Pude notar muy en lo profundo una sonrisa que tenía ganas de salir.

Solté una risita y me paré frente a él, frenándolo.

—¿No confías en mí?

—No sé porque siento que vas a decirme que soy como el resto.

—Que bueno que no sientas otra cosa, porque en este momento eres patético. Créeme que si pudiera agarrar una sierra y poder pasarla por tu pene, lo haría.

—Hoy estamos agresivos, ¿no?—me dijo él acercándose más a mi—. Estoy seguro de que no quieres hacer eso.

—Créeme que sí, es un simple pene. No tiene nada del otro mundo—le dije con un tono desafiante en mi voz—, realmente es poco a comparación de lo que mereces. Es más, si pudiera golpearte ahora mismo lo...

Ni siquiera me dejó terminar mi frase épica cuando me sostuvo de la muñeca con al menos la mitad de su fuerza. Lo suficientemente fuerte para dejarla roja, y con una marca.

—Hazlo entonces. Te reto a que me pegues lo más fuerte que puedas. Vamos, Emma, demuéstrame de lo que estás hecha.

Mordí mi labio inferior un poco fuerte, me había puesto nerviosa porque así no iba el guión que creé en mi cabeza. Es decir, nunca fui buena en los deportes y en educación física nadie solía elegirme para su equipo justamente porque si trotaba o corría a los dos minutos estaba pálida y buscando un ibuprofeno en la enfermería. Y claramente, el poco espacio entre nosotros no ayudaba. Este era uno de esos momentos en los que tienes que contenerte porque estas enojada y debes darte tu puesto, y carajo, como me estaba costando.

—¿Te quedaste sin palabras?—me dijo después de un par segundos sin responder.

—Dios, eres un inútil—le resoplé antes de dirigir un puñetazo un poco más abajo de su hombro con toda mi fuerza posible, rogando que no se burlara. 

Y con intención de un segundo golpe, busqué dirigir mi rodilla hacia su entrepierna pero el desgraciado tiene buenos reflejos y puso sus manos antes, logrando captar el impacto de la rodilla.

—Eso es un golpe bajo, Emma—dijo poniendo mi rodilla en su sitio—. Literalmente, ¿ok? no me refería a ese intento de golpe cuando te dije que me golpearas.

—Igual lo tenías merecido—mencioné—. De todas formas ni iba a dolerte, eso de los golpes no es lo mio.

—¡No lo es!—me respondió, riéndose de mi—. Pero si te sirve de algo, me dejaste el brazo ardiendo. 

—Quisiera haberte dejado la mitad del brazo en el suelo, o al menos, el hombro dislocado. Pero bueno, tampoco puedo exigirme ser Hulk.

—Yo diría que eres gruñosito—me respondió.

Con ambas manos en mis hombros, me puso a su lado para seguir caminando. Una señora con dos niños y un bebé en brazo pasó frente a nosotros, el bebé lloraba muy fuerte y uno de los niños estaba haciendo una rabieta rogando que se callara su hermanito. Ni se imaginan la cara de la mujer, me daba un sabor agrio en la boca porque todos mencionan lo maravilloso que es ser madre y suelen callarse la parte mala del asunto. 

Deseos Oscuros Where stories live. Discover now