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El calendario anunció el fin de un tibio mes de abril. Como ya era costumbre para Dae, se despertó recordando la despedida de Sungguk antes de marcharse al turno de las nueve. Logró estirarse en la cama antes de que un dolor punzante, agudo e intermitente, le embargase la parte baja del estómago.

—Hola, tú —saludó a su estómago con una sonrisa dormida.

Dae volvió a caer en un sueño ligero. Se despertó de nuevo gracias a la misma aflicción que le recorrió la espalda. Asustado, se hizo un ovillo y palpó a Osito, encontrándolo de inmediato. Se quedó acariciándolo unos minutos. Más tranquilo, tomó asiento. Pero el dolor reapareció con incluso más potencia. El nerviosismo hizo que se le acelerase el corazón. Sosteniendo su vientre con ambos brazos, hizo lo posible por tranquilizarse. El calvario se esfumó con la misma rapidez con la que vino.

Hacía exactamente una semana le había ocurrido algo similar. Asustado, había llamado a Sehun para pedirle ayuda. Al final, terminaron siendo cólicos por haber bebido mucha gaseosa.

Esperaba que esto fuese lo mismo.

Tomando otra larga inspiración, se puso de pie.

Mientras se duchaba, el sufrimiento regresó con tanta intensidad que se le contrajeron las rodillas de manera involuntaria. Jadeando, apoyó la mejilla en el azulejo mojado y frío, su brazo sujetaba su vientre.

Logró terminar de ducharse y vestirse, luego fue hasta el sofá de la casa con el cabello todavía mojado y estilando sobre sus hombros. Decidió recostarse unos minutos, lo dolores iban y venían, aunque todavía no podría identificarlas como las contracciones que el papá de Sungguk le explicó. De igual forma, agarró el celular y fue a la cocina por lápiz y papel, tomando asiento en la mesa. Su mirada se enfocó en el calendario que marcaba el nacimiento de Osito, todavía quedaba un mes más.

Era pronto. Demasiado pronto. No podía ser todavía.

Osito aún era muy pequeño. Todavía faltaba para que naciese.

Sin embargo, otro dolor horrible lo hizo cerrar los ojos y contraerse tanto que terminó con la mejilla apoyada en la mesa. Con la mente torpe y confusa, logró desbloquear el celular y poner el temporizador.

Esperó y anotó.

Entonces, vio que el tiempo entre contracciones iba disminuyendo hasta que las últimas tres estuvieron separadas solo por cinco minutos. Respirando con dificultad y un poco mareado, buscó en su teléfono las notas que tenía.

«Intervalos de cinco minutos y sin pausas en el dolor: Inicio labor de parto».

El terror fue denso y asfixiante, incluso fue más fuerte que el dolor que se apoderaba de su cuerpo. Apoyando la frente en la mesa, intentó tomar inspiraciones largas y pausadas como le enseñaron. Osito quería conocer el mundo el mismo día que Dae se encontraba solo y confundido, sin saber qué hacer porque estaba demasiado asustado para recordar lo que había aprendido esos meses. El ataque de pánico le cerraba la garganta y lo instaba a apretar su cabello entre sus dedos hasta que un nuevo dolor estalló en su cráneo, punzando a una velocidad distinta a la de su vientre.

¿Su padre se habría sentido de la misma forma cuando él nació? ¿Habría experimentado el mismo miedo que le contraía las tripas al punto de querer vomitar? ¿Habría sentido tanto pánico que no podía respirar? ¿Se habría sentido igual de desesperado?

¿Igual de débil, patético, pequeño e inútil? Dependiente.

A Dae se le cerró la garganta ante las ganas de llorar. Golpeó su teléfono en su afán por agarrarlo y lo desbloqueó. Buscó en sus llamadas recientes aquel único nombre que podía pensar en ese momento: «Jong Sungguk».

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora