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Desde que Jong Sungguk llegó al cuerpo policial de Daegu, cada vez que existía algún problema que involucrase a un animal le encargaban el caso. Por eso, por mucho que deseó permanecer al lado del chico en el hospital, los días se fueron acumulando y finalmente fue obligado a regresar a la rutina, con una promesa vacía: sería avisado si el muchacho despertaba. Pero Sungguk no era tonto —tampoco brillante— y sabía que nadie le avisaría, Seojun había dado la orden de desvincularlo del caso.

Por eso, tras cuatro días del suceso, a Sungguk le encargaron ir al exreformatorio de Daegu, habían dado el aviso de una camada de cachorros lanzados dentro de una bolsa.

—¿Sabes lo que más odio de haber sido asignado como tu compañero?

Sungguk ignoró a su amigo mientras examinaba el enorme candado con el que las rejas del exreformatorio de Daegu permanecían cerradas.

—Que rescatamos más animales que personas —continuó Minki—. Si hubiera querido ser veterinario habría estudiado eso. Pero no, soy policía y los policías rescatan a personas.

—Rescatan a todo ser que lo necesite —corrigió Sungguk.

—Mira, no me malinterpretes, amo a los animales y en serio me hace feliz ir a dormir con Jaebyu sabiendo que los ayudé.

—¿Pero? —lo apremió Sungguk, soltando el candado oxidado.

—Que hace nada terminé mi tratamiento contra la sarna, que se me pegó porque insististe en que cargara a ese perro hace un mes, ¿y quieres que tome a otro perro otra vez?

—Puedes empezar otro tratamiento, tu novio es enfermero.

Minki dio una patada al suelo y lo apuntó con el dedo, clavándoselo en el pecho.

—Jaebyu me hizo dormir en un colchón inflable en medio del cuarto de estar por dos semanas, ¿sabes lo incómodo que es eso? Te hace sudar y suena cada vez que te mueves. Vivo en un departamento con paredes de papel y estoy acogiendo a mi hermano por unos meses, por lo que no hubo ñacañaca con Jaebyu por culpa de ese ruido infernal.

—¿Ñacañaca? —se burló Sungguk, caminando por alrededor de las rejas intentando buscar algún fierro suelto para colarse dentro. Si alguien pudo entrar para tirar a esos perros, él también debería poder—. ¿Y en tu cama no podían hacer su ñacañaca?

—No me dejó entrar a nuestro dormitorio.

—Mira, si ni siquiera te dejaba entrar al dormitorio, créeme que tampoco se habría metido en el tuyo.

—La otra pieza la ocupa mi hermano —replicó sin entender—. ¿No escuchaste la parte donde conté que dormí en el living?

Sungguk le apoyó una mano en el hombro.

—Me refería a tu «habitación» trasera, oficial Lee Minki.

Con un Minki sonrojado hasta las orejas, Sungguk terminó de recorrer toda la cuadra del reformatorio sin encontrar una abertura para colarse.

—Minki, dijiste que en la escuela fuiste bailarín, ¿cierto? —preguntó Sungguk observando la altura de la reja.

—Contemporáneo —especificó.

Sungguk flectó las rodillas y unió las manos frente a él.

—Vamos, súbete. Necesito que escales la reja, creo que yo puedo saltarla.

—Soy bailarín, no acróbata profesional.

Sungguk permaneció en la misma posición, alzándole las cejas de manera provocativa.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora