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La mano de Sungguk se posicionó en la espalda baja de Dae, deslizando sus dedos por la curva de la cintura hasta la cadera. La piel de Dae era cálida y suave. Su pecho era plano y su cintura recta. Sungguk, acostumbrado a vivir solo experiencias con mujeres, debió encontrarlo extraño o tal vez incómodo porque Dae no era como ninguna chica. Era diferente, pero igual de maravilloso.

Bonito, pensó Sungguk al rozar la nariz de Dae con la suya en una caricia íntima. Muy bonito.

Sus bocas se encontraron a medio camino. Sentía la mente nublada y algo torpe al apretarlo contra él. Los brazos de Dae eran largos y se enredaban tras su cuello. Sungguk lo afirmó por la barbilla para buscar un mejor ángulo y profundizar el beso.

La sensación de ingravidez se apoderó de su pecho, porque Dae estaba abriendo la boca y él era arrastrado por su calor y su lengua curiosa que le acariciaba el labio inferior, mientras ambos soltaban un gemido compartido.

Ambos tenían estaturas similares, pero las piernas de Dae eran ligeramente más largas que las de Sungguk, por lo que podía sentir su entrepierna rozándose sobre la suya. Dae frotó su cadera contra la de Sungguk una y otra vez, con sus manos grandes enredadas en su cabello.

Claramente no era el beso con la mejor técnica, pero era por lejos el mejor beso que Sungguk había recibido en su vida, porque nacía de una boca tan ansiosa como la suya. Dae opacaba su inexperiencia con calor, con ansias y euforia, y la cabeza de Sungguk giraba sin control, porque podía oír el beso resonando en sus oídos, el encuentro de labios, saliva y dientes colisionando en una experiencia tan torpe como excitante.

Y entonces, solo por medio segundo, Sungguk se preguntó quién le habría enseñado a Dae a responder un beso. El muy travieso ahora se reía contra su boca al intentar morderle la lengua. Sungguk se alejó dándole un último beso suave en la mejilla y lo abrazó con fuerza, sintiendo los latidos de su corazón incluso más rápido que los del chico.

Al separarse unos centímetros, contempló su rostro. Dae todavía tenía las mejillas manchadas con lágrimas. Mantenía los ojos cerrados y una sonrisa. Su expresión era calmada y complacida.

Volvió a besarlo, esta vez corto y preciso, y apretó un poco más sus dedos en la cadera para captar su atención. Con pereza y reclamos, Dae abrió los ojos en apenas una rendija.

—¿Cómo es que sabes responder un beso?

Dae se encogió de hombros con una expresión traviesa. La mirada de Sungguk se distrajo ante su piel desnuda.

—Internet —moduló con dificultad, estirando el cuello. Sungguk de inmediato se fijó en sus clavículas. Antes de Dae, Sungguk jamás pensó que podría encontrar atractivas y excitantes unas simples clavículas; las de Dae eran espectaculares. Se le marcaba gran parte del hueso, que continuaba en un cuello largo y torneado y finalizaba en un rostro precioso. Por supuesto que sus clavículas eran hermosas, por supuesto que todo en él era hermoso.

—¿Internet te enseñó?

Sin embargo, Dae había desviado la vista y fingió interesarse en el cielo falso del baño. Sungguk estiró la mano para recoger el audífono de Dae. Se lo colocó con cuidado y lo encendió. Esperó unos segundos antes de preguntar.

—Explícame.

—Manzana.

—¿Aprendiste besando una manzana? —y de la nada una carcajada escapó de él—. ¿Por eso siempre me pedías tantas?

Ahora esas mejillas de pan estaban sonrojadas. Dae le dio un golpe suave en el pecho, un puchero apareció en su boca. Sungguk lo besó otra vez porque ¿podía hacer algo más que eso?

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora