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Jong Sungguk debía esperar hasta el último día hábil del mes para recibir su paga. Estando a martes veintisiete, todavía le quedaba estirar su inexistente dinero tres días más. Por eso siempre vivía de la línea de crédito la última semana. Luego recibía su sueldo, pagaba las deudas, se quedaba con menos de la mitad, vivía bien dos semanas, se volvía a endeudar y así, en un círculo vicioso.

Sin embargo, Sungguk era lo suficientemente orgulloso para no pedirle ayuda económica a su adinerado padre, porque se enorgullecía en ser económicamente independiente y porque su padre ya le había regalado la casa de la abuela. No podía ni iba a pedirle más.

El problema es que necesito dinero, pensó tocándose la frente. Sungguk sabía que debía ordenar sus finanzas y dejar de andar regalando su dinero como si le sobrase. Además, estaba de malhumor porque Eunjin se había negado a darle el día libre. Y, para peor, estaba sin compañero de ronda, así que por supuesto que se merecía comerse uno de esos panqueques con Nutella que vendían en el cuarto piso del centro comercial.

Estaba subiendo por la escalera mecánica, cuando un maniquí de una tienda deportiva del tercer piso captó su atención: vestía una chaqueta roja outdoor. ¿Y quién iba a salir a conocer el parque esa tarde y necesitaría una abrigadora chaqueta para el frío y la lluvia?

Sungguk no se quiso responderse.

Como si alguien pudiese quitársela, bajó los peldaños yendo en contra del movimiento de la escalera mecánica. Tropezándose en el último escalón, logró salir de la trampa mortal y fue al escaparate, apoyando las manos en el vidrio. Sí, era perfecta.

Dos minutos más tarde, Sungguk salía de la tienda con la chaqueta en una bolsa de papel con un lazo morado. Ahora su línea de crédito marcaba números todavía más rojos.

Sungguk no se entendía. Hace nada se había prometido cambiar ese estilo de vida. ¿Y qué acababa de hacer? Endeudarse más. Pero no era su culpa, era del invierno que no se quería ir por mucho que ya fuese primavera. Sungguk no era capaz de imaginar a Daehyun en bata de hospital enfrentándose al frío de la tarde.

Con la bolsa colgando del brazo, se fue a comer los panqueques. Y mientras lo hacía, se preguntó por qué debía seguir las normas. Sí, Eunjin le había negado la mañana libre, pero no iban a existir dos momentos en su vida donde pudiese contemplar a Moon Daehyun probando por primera vez un audífono.

Pagando el panqueque que se terminó de comer en dos mascadas, corrió por el centro comercial. La poca gente que compraba en el lugar se apartaba de su camino creyendo que Sungguk perseguía a un delincuente; claro, el delincuente que le robó la razón, porque no podía creer que se estuviese subiendo a su coche policial, yendo a casa, subiendo a Roko en el asiento de Minki y partiendo al hospital.

Por favor que nadie me llame por una urgencia, rogó Sungguk al bajar el vidrio del copiloto y pedirle a Roko que se quedase ahí esperándolo. Mientras corría al hospital, notó que nubes cargadas se aproximaban.

Alcanzó a llegar al pabellón de Daehyun justo cuando su padre ingresaba con otro doctor al cuarto.

—Hola, hijo —lo saludó con buen humor—. ¿Por qué tan acelerado?

Sungguk tomó aire, sintiendo los panqueques en la garganta.

—Pensé que no alcanzaría a llegar —explicó, agarrándose las costillas.

—Todavía no comenzamos —y le apuntó el interior de la habitación para que ingresara.

Dentro no estaban Minki ni Jaebyu, posiblemente querían brindar algo de privacidad. Seojun se encontraba a un costado de Daehyun y parecía estarle explicando lo que ocurriría. El chico estaba tan concentrado en leerle los labios que no notó que Sungguk había ingresado. Y al finalizar, Dae tomó una inspiración temblorosa y dejó caer los hombros.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora