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Cuando Moon Daehyun era pequeño, su abuela le explicó muchas cosas: por qué el cielo era azul y no amarillo como a Daehyun le gustaría, por qué su color de cabello era diferente al de ella y por qué no podía salir nunca de casa.

El cielo era azul porque era la piscina de los ángeles, unos tremendos nadadores, aunque también muy obedientes que debían respetar sus horas de sueño, por eso apagaban las luces a cierta hora y el cielo se oscurecía, al igual que su cuarto cuando su abuela apagaba las luces tras levantar su mano con los dedos gordo, índice y meñique para señalarle lo mucho que lo quería.

Antes, según la abuela, su melena era castaña al igual que la de él, pero cada vez que Daehyun la hacía feliz, un cabello le cambiaba a gris. Moon Daehyun pensó entonces, que él debía hacerla tremendamente feliz porque su pelo estaba todito de ese color. Pero con el tiempo tal vez dejó de serlo, porque cuando Dae tenía trece comenzó a aplicarse un producto que olía mal y convertía a su cabello en rubio.

Y no podía salir jamás porque, lo más bonito que tenía Moon Daehyun, era algo que existía en su interior.

"¿Mi corazón, abuela?", le había preguntado moviendo las manos frente a ella.

—El corazón de Dae es precioso, pero no es lo más bonito. Es algo que está más abajo de tu corazón.

"¿Mi estómago, abuela?".

—No, bonito, tu estómago no.

"Pero tú siempre dices que Dae es bonito si se termina su comida".

—Es algo que está más al sur de tu estómago.

Moon Daehyun empezó a saltar por la habitación como si fuera un conejito, con las manos flexionadas sobre el pecho. Se detuvo unos segundos solo para señalar:

"Yo sé, abuela, ¡Dae sabe! ¡Son mis piernas!".

Pero no alcanzó a leer lo que le respondía su abuela, porque sus saltos continuaron y lo llevaron hasta el otro lado de la habitación. Y al ser afirmado por los hombros, se asustó muchísimo.

"Abuela, susto", se quejó encogido.

Tomó asiento en su cama para mirarla otra vez en la silla frente a él.

—Lo siento, Dae, pero no me estabas mirando —ella se apuntó los labios para que Daehyun no se perdiera lo que iba a decir—. Y no, tampoco son las piernas de Dae.

"Pero mis piernas me hacen saltar altísimo, abuela", expresó modulando «altísimo» con bastante exageración.

Lo detuvo antes de que se pusiera a saltar otra vez.

—Es algo que está más arriba de tus piernas.

Daehyun hizo un puchero profundo.

"No hay nada más, abuela. No es mi corazón, no es mi estómago y no son mis piernas, no hay nada más en Dae".

Se levantó la camiseta, examinándose con el entrecejo fruncido. Luego la dejó caer.

"¿Es el ombligo de Dae? Pero es feo, y mi dedo huele mal cuando me lo rasco".

Eso le sacó una carcajada a su abuela que Daehyun no podía escuchar, pero sus ojos se curvaban en las esquinas de la misma manera como lo recordaba Daehyun al hacerla reír.

—No, bonito, tampoco es tu ombligo.

Moon Daehyun se cruzó de brazos, ya no feliz con ese juego.

"Ya no quiero jugar, me aburro".

La abuela lo agarró y lo sentó en su regazo, acomodándolo en el borde de las rodillas para que tuviera espacio suficiente para seguir observando su rostro. Lo sujetó por la cintura para hacerle cosquillas.

—¿No quieres saber?

Daehyun lo meditó.

"No, ya no".

—Ah, pero la abuela podría darle helado a Dae si adivina.

"Pero no de chocolate y menta, a Dae no le gusta".

En la cocina, la abuela lo sentó sobre la encimera, justo al lado del lavaplatos y le entregó un bol con helado que comió con rapidez. Al terminarlo, manchándose de paso la camiseta blanca, sonrió con los dientes negros por el chocolate.

"¿Lo bonito para la abuela es el helado en el estómago de Dae?", quiso saber.

Su abuela le pasó la mano por el cabello, desordenándole esas ondas claras. Le quitó el bol y lo dejó a un lado. Después, una mano arrugada se había posicionado en Daehyun, un tanto más debajo de su estómago, pero también un tanto más arriba que ese lugar por donde Daehyun orinaba.

"Ahí no hay nada, la abuela se equivocó".

—Tu papá llevó a Dae ahí durante nueve meses.

Los ojos de Daehyun se abrieron de par en par.

"Pero no hay espacio ahí".

—Cuando dos personas se aman mucho, tienen bebés, ¿recuerdas que te conté?

La pequeña frente se arrugó en concentración.

"Pero la abuela no entiende, los bebés los trae el señor que reparte las cartas".

—¿Por qué dices eso?

Daehyun desvió la mirada fingiendo no haber leído la pregunta, no podía decirle que eso se lo había contado el niño que conoció en el parque, mencionar esa salida siempre hacía enfurecer a su abuela.

Su abuela le tocó la rodilla dos veces, Daehyun sabía lo que significaba así que volvió a observarla.

—Tu papá te amaba muchísimo y por eso él te llevó durante nueve meses aquí —volvió a tocar ese punto en Daehyun que lo hizo sobresaltarse—. Son poquísimos los hombres que pueden hacer eso.

"¿Llevarme dentro de ellos? Obvio, abuela, Dae solo es de papá".

—De tener bebes, Daehyun —lo corrigió—. Muy poquito hombres pueden tener bebés como tu padre.

Lo cierto era que Daehyun no se enteraba de mucho, pero su abuela seguía esperando una respuesta de él. Soltó un «ah» mudo que alargó estirando el brazo, esperando que con eso pudiera convencerla.

Su abuela le revolvió el cabello.

—Tú también podrás llevar en tu interior a un bebé, bonito.

Daehyun abrió los ojos de par en par.

"Pero soy muy chiquito", moduló, tal vez un susurro débil escapó de sus labios temblorosos.

Ella sonreía.

—Cuando grande, bonito, por eso no puedes salir.

"¿Pero y cuando Dae sea supergrande?".

—Solo cuando Dae sea mayor de edad.

Quería protestar y hacer pucheros, pero Daehyun no quería volver a enfermarse como esa vez que se escapó y ya nunca más escuchó.

"Ok".

Daehyun recibió un beso en la frente que lo hizo sonreír.

—Y eso es lo más bonito que tienes en ti.

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Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora