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Sungguk no debería estar haciendo eso, pero se había pasado media hora de su vida escuchando al interprete Bae Jihoon explicar lo difícil que sería llegar a entender a Moon Daehyun, pues utilizaba una mezcla de lengua de señas, movimiento de labios y señales personales para comunicarse. Moon Daehyun nunca se vio en la necesidad que lo entendiese alguien más que su abuela, así que no era de extrañar que ambos hubieran compuesto un lenguaje propio difícil de seguir. Así que Sungguk se dijo, ey, ¿no sería acaso más fácil si se pudiesen enviar mensajes?

Solo que no tenía muy claro si Daehyun sabía leer y escribir, pero de las esperanzas se vivían y, ey, se dijo (porque esa tarde estaba repleto de optimismo), el chico sabía leer los labios y había creado una nueva forma de comunicación con su abuela, por lo que leer y escribir debían ser un mero trámite.

Así que, tras ir a rescatar a Minki y los cachorros al exreformatorio, se dirigió a una tienda de celulares. Todavía ni siquiera sabía cómo lograría entregarle el regalo, y mucho menos cómo iba a explicarle al resto del equipo cuando lo descubrieran, sin embargo, ahí estaba Sungguk siendo bombardeado por modelos de teléfonos. El celular que tenía Sungguk dejaba mucho que desear, apenas resistía la app de mensajería, pero ahí estaba, no solo en esa tienda viendo modelos, sino que comprando uno morado de última generación, con chorrocientos millones en espacio y una cámara con otros chorrocientos megapíxeles.

Lo sacó a seis cómodas cuotas sin interés, todo gracias a la amabilidad de su banco.

Mientras se dirigía a casa con la caja morada envuelta en cinta del mismo tono, Sungguk se cuestionó qué estaba haciendo con su vida. Todavía tenía que pagar la cuenta del veterinario del último perro que rescató; eso sin contar que debía alimentarse hasta final de mes y que su cuenta estaba en negativo, sobreviviendo solo gracias a su línea de crédito. Tal vez fuese buena idea hacer un lavado de autos como propuso Eunjin en broma, todo con tal de recibir más ingresos.

Al estacionar fuera de la casa de dos pisos, modesta y un tanto envejecida que compartía con Namsoo y Eunjin, los tres perros empezaron a ladrar para recibirlo: Roko, alias alma perruna de Namsoo por su capacidad de destrucción; Tocino, nombre puesto por Eunjin; y Mantequilla, ya adivinarían quién lo nombró así. Además de los tres canes, tenía dos gatitas: Betsy, la más pequeña; y Pequeña, quien era la gata más pequeña antes de ser destronada.

Sungguk amaba sus animales, pero más amaba jugarle bromas infantiles a Namsoo cuando este se encontraba demasiado cansado tras un interminable turno de cuarenta y ocho horas en el hospital, pidiéndole que fuese a buscar a Tocino y Mantequilla para darles de comer. Jamás se cansaría de escuchar a Namsoo gritar por el patio: «Tocino, Mantequilla, ¿dónde están?». Si estaba de suerte su vecino molesto de siete años se asomaba por la ventana y le respondía: «En tu refrigerador, idiota». Idiota, el tipo que tenía un IQ de casi ciento cincuenta. Definitivamente Sungguk no se aburría jamás de esa historia.

De buen humor otra vez, ingresó a casa.

—Roko, abajo —ordenó, aunque Roko no destacaba por ser obediente.

Sungguk tuvo que afirmar un vaso sobre la mesa de centro cuando Roko pasó moviendo su cola y lo golpeó.

No fue hasta que dejaba el regalo en lo más alto de una estantería, para que Roko no lo alcanzara, que se percató de las dos personas que estaban sentadas en el sofá: Namsoo y Eunjin. Y ambos parecían estarlo esperando. Es más, ¿qué hacían ahí? Que dos de ellos coincidieran en casa era de por sí un milagro; que estuvieran los tres significaba un ataque organizado.

—¿Qué es eso, Sungguk? —preguntó Eunjin a su compañero de casa, apuntando el regalo que de pronto se veía demasiado morado en una sala desastrosa por culpa de tres seres humanos sin tiempo.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora