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Sungguk consideró lanzarle la barra de cereales al colchón aunque, si lo hacía, estaría perdiendo una gran oportunidad para que el chico confiara en él y le permitiera acercarse más. Así que, con la barra todavía en alto, dio un pequeño paso, atento a la reacción del chico. Este se estremeció y apretó las piernas más hacia él. Pero al menos no le pidió a Sungguk que retrocediera, eso debía ser una buena señal. Dio otro paso, y otro, y otro hasta que quedaron a menos de dos metros.

Procurando en todo momento evitar los movimientos bruscos, flectó las piernas para arrodillarse frente a él. Rebajarse a la altura de un animal asustado, lo había salvado de una tercera mordida un montón de veces. Cuando su trasero descansó en sus talones, estiró la mano para entregar la ofrenda.

—Ten —le dijo, meciendo el paquete entre sus dedos.

Como la vez anterior, los ojos del chico se desviaron a los labios de Sungguk.

Todavía receloso, se acomodó en su posición sin acortar la distancia entre ambos.

—¿Quieres que me acerque para entregártela? —preguntó Sungguk.

Captó el movimiento de sus labios con la cabeza ladeada. Esta vez, no asintió pero tampoco se negó.

Sintiendo las piernas entumecidas por la posición, se movió hacia adelante apoyando las rodillas en el suelo para estirarse y alcanzarlo con el brazo.

El movimiento fue rápido y repentino, Sungguk no lo vio venir hasta que el chico estuvo casi encima suyo. Luego, como si nada hubiera ocurrido, volvió a encogerse en su rincón, afirmado el paquete pequeño contra su pecho que se alzaba y bajaba a gran velocidad.

Sungguk pestañeó desconcertado, intentando no demostrar el golpe de adrenalina que le vino ante el movimiento repentino. ¿Y si el chico se le hubiera tirado encima? Estaba desprevenido y desarmado. Quitándose esa sensación del cuerpo, volvió a sentarse en sus tobillos, ahora la distancia entre ambos era de solo un metro.

El recelo aún brillaba en la mirada del muchacho. Pasaron lo que pareció una eternidad como piedras. Y entonces, con lentitud, los dedos del chico fueron al borde del paquete y empezaron a abrirlo.

Con mucha tranquilidad Sungguk lo observó intentar rasgar la envoltura una y otra vez. Y supo que no sería capaz de hacerlo por sí solo, temblaba demasiado y parecía muy desesperado, además era de esos envases difíciles de abrir a los que Sungguk le aplicaba dientes para despedazarlo.

—¿Quieres que lo intente yo?

Sin embargo, el chico no le prestó atención, demasiado concentrado en lo suyo con la lengua un poco afuera. Era evidente que ya no se sentía intimidado.

Tras unos segundos donde sus dedos no hicieron más que resbalarse por el plástico brillante, tomó abundante aire y se lo tendió a Sungguk con una expresión molesta y frustrada. Habría sido enormemente tierna de haber tenido las mejillas más abultadas.

Sungguk lo recibió con una sonrisa que no pudo contener.

—¿Ya no lo quieres? —le preguntó, los ojos del chico volvieron a sus labios.

Él negó con mucha decisión y se cruzó de brazos, bastante enfurruñado.

Sungguk decidió ayudarlo, llevándose el paquete a la boca para afirmar una de las puntas con los dientes y rasgar el plástico. De inmediato la expresión del chico se llenó de tristeza y conmoción. Para cuando Sungguk logró desenvolverlo y tendérselo, el muchacho se quedó desconcertado.

—Listo, ahora puedes comer.

Con un tanto de reticencia y desconfianza, el chico estiró el brazo. Luego hizo un movimiento brusco y se lo llevó a la boca para devorarlo desesperado.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora