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Se suponía que Jong Sungguk fue enviado a ese domicilio solo para una inspección de rutina. Una vecina del lugar había reportado un olor nauseabundo proveniente desde la casa de al lado.

Olor a muerto, declaró al llamar a la policía.

Los antecedentes recopilados por la telefonista del caso, eran de una señora que rondaba los sesenta años. Según su vecina, la última vez que la vio, fue en la iglesia hace ya más de una semana. Vivía sola, no parecía tener familiares y solo era visitada por unas amigas en raras ocasiones. Con el evidente sobrepeso que declaró la vecina a la telefonista, no era tonto pensar en un posible ataque cardíaco.

—Detesto cuando la gente muere sola —comentó el compañero de rondas de Sungguk, Lee Minki.

Tenía los brazos cruzados en el asiento del copiloto y la vista clavada afuera. Llovía, no muy fuerte, pero lo suficiente para resultar molesto.

—No sabemos si está muerta —dijo Jong Sungguk, por fin apagando el motor.

—Mal olor de hace días, nadie la ha visto por una semana, vive sola, tiene obesidad... no sé, a mí me parece clarísimo. Deberían haber enviado a los forenses, no a nosotros.

Sungguk puso los ojos en blanco y se acomodó el arma de servicio, que hasta ahora no le había tocado utilizar al llevar solo unos meses graduado de la escuela de policía. Entonces abrió la puerta y salió, Minki lo siguió protestando.

El barrio era de clase media. Casas con antejardines no cercados y una terraza como antesala a la puerta principal, de madera y todas con el mismo diseño. Dos pisos de alto y un entretecho no muy grande, que tenía una ventana redonda por donde se colaba la luz.

Nada más acercarse a la casa, un poco destartalada en comparación a la de los vecinos, la puerta de al lado se abrió. Salió una mujer cubriéndose con un chal.

—Hola, soy la vecina que llamó —se presentó.

Lógicamente, pensó Sungguk, ese tipo de personas tendían a presentar un comportamiento ansioso y fisgón.

—Mi nombre es Jong Sungguk —dijo, acercándose hasta llegar a las escaleras de madera que subían a la casa de la señora—. Y él es Lee Minki.

Ella los recorrió con la mirada antes de dirigir su atención a la casa vacía, que tenía las luces apagadas a pesar de que el atardecer se diluía.

—Son muy jóvenes —la escuchó musitar.

Claro, por lo mismo los habían enviado a esa inspección de rutina. A diferencia de Sungguk que llevaba solo cuatro meses de servicio, Minki iba por el año. Ambos, como bien dijo la señora, demasiado jóvenes.

—Por cierto, mi nombre es Hee.

Sungguk asintió.

—Señora Hee, hemos recibido una llamada de su parte indicándonos malos olores.

—Olor a muerto —corrigió ella—. Ahora no se siente por la lluvia, pero era insoportable.

—Entiendo —dijo Sungguk.

Por el rabillo del ojo se fijó en Minki, quien recorría el jardín vecino con aire tranquilo, una rutina para ambos.

—Hace más de una semana que Lara no aparece —continuó—. Ella no tiene familiares... su hijo murió hace quince años, más o menos, en un accidente de automóvil, fue realmente terrible. Quedó incrustado entre los fierros y tuvieron que cortar el auto para poder sacarlo. Desde ahí que Lara no ha sido la misma.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora