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Minki fue el encargado de llevar a Daehyun a un mudang. Si querían saber el sexo del bebé o conocer el primer carácter de su nombre, se lo preguntaban siempre a ellos. Por suerte, a dos cuadras del departamento de Minki vivía la mudang más popular del lugar. Era una mujer mayor, que se había convertido en chamán por vocación familiar. Según contaban, había heredado las facultades de su madre, quien había sido otra gran mudang a la que muchos coreanos le confiaron sus decisiones más importantes. Pero, por alguna razón, Daehyun no quedó contento con ella.

Cuando Minki fue a dejarlo a casa tras la visita y Sungguk le preguntó cómo les había ido, Daehyun frunció la boca y dio un largo suspiro. Sin más palabras, se encerró en el baño.

—Simplemente no está acostumbrado —lo excusó Minki—. Creo que se asustó un poco cuando la mujer entró en trance y comenzó a comunicarse con los espíritus.

Esa noche en la cama, Sungguk insistió en el tema.

—No me gustó el nombre que eligió, Sungguk —protestó—. ¿Podemos cambiarlo?

—¿Por qué no te gustó?

Daehyun arrugó la nariz. Observó el cielo falso unos instantes y suspiró.

—Porque la bruja dijo que Osito no será Osito.

—¿Te dijo que sería humano? —bromeó.

—Dijo que sería Osita —y en ese momento, se cruzó de brazos y bajó la mirada—. Pero será Osito, Sungguk, yo estoy superseguro de eso.

—Ella podría haberse equivocado.

—Ella se equivocó. Te lo juro, Sungguk.

Así, los días se fueron acumulando entre ellos al igual que las noches de conversaciones, ya fuera tendidos en el sofá o en la cama hablando de un millón de temas mientras Sungguk le subía la camiseta a Dae y acariciaba su estómago, que empezaba a tomar una forma ovalada.

Las mañanas, en tanto, eran escandalosas y apresuradas por alcanzar el baño, donde Dae terminaba afirmándose al inodoro que Sungguk aprendió a dejar limpio cada noche por lo mismo. A pesar de eso, al terminar de vomitar, Daehyun apoyaba la frente sudorosa en la pierna de Sungguk y sonreía tranquilo.

—Estoy bien —decía—, es solo Osito diciéndome que está creciendo.

Al contrario de las mañanas alocadas y de las largas noches de conversaciones, las tardes sabían a derrota. Porque cada día, Daehyun regresaba de la escuela de artes con la misma expresión triste y desconcertada.

—Nadie le habla a Dae —balbuceaba al abrazar a Sungguk.

El hecho de que siempre se refiriera a sí mismo en tercera persona para contarle eso decía mucho más que sus palabras.

—Hacer amigos es difícil, no te pongas triste —intentaba consolarlo—. Mañana será un mejor día.

No obstante, llegaba otra tarde y Dae volvía con ganas de llorar.

—¿Por qué es tan difícil? —preguntó un día de camino a casa—. Tú me hablaste en el parque, no tuviste mayor problema.

¿Por qué el resto no hace lo mismo que Sungguk?

Bajó la velocidad del automóvil hasta estacionar a un costado de la calle. Al voltearse hacia él, se lo encontró con los brazos cruzados. No se notaba que, debajo de la camisa blanca y el abrigo marrón, escondía un pequeño vientre que la mayoría del tiempo acariciaba con aire protector.

—¿Por qué no les hablas tú?

—¿Yo? Nooooo.

—Háblales y verás lo fácil que es hacer amigos.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora