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Minho apenas respiraba. Bajo su mano, que palpaba su abultado estómago, pudo sentir cómo algo se movía adentro de él. Quiso llorar; tal vez de alivio, porque estaba creciendo sano y en los tiempos correctos; tal vez de tristeza, porque siempre quiso un hijo, o tal vez de rabia, porque seguía sin controlar ese odio que llegaba ante el recuerdo del porqué existía.

Jamás imaginó que terminaría odiando a un hijo, pero el sentimiento a veces era mayor que sus intentos por aplacarlo. Él entendía que no debía culparlo por lo que le hicieron. Pero lo hacía. Ese sentimiento inestable y poderoso, existía. Había días que podía controlarlo, pero otros en que no.

Jong Sehun ingresó a la cocina cargando a un bebé de un año que se aferraba a los cabellos canosos de su padre. Era su segundo hijo: Sungguk.

—Por fin podremos estar juntos —le decía con cariño al niño—. Mi pequeño Sungguk.

Sungguk observaba a su padre con unos ojos grandes y expresivos. Es lindo, pensó Minho apartando la mano de su abultado bulto. ¿Sería él igual de bonito?

Minho se despertó al sentir unos dedos diminutos tocándole el rostro. Al abrir los ojos, encontró la mirada brillante y atenta del hijo de Sehun. Minho notó que, mientras dormía, Sehun había instalado el corral del bebé a un costado del sofá donde él descansaba. Jong Sungguk es bonito, volvió a pensar a la vez que ambos se observaban en silencio. Entonces Minho sintió los escalofríos que le recorrían la columna, alguien se había despertado también y le pateaba en los pulmones.

Al minuto apareció Sehun cargando a su otra hija. Se notaba cansado, el doctor tenía ojeras profundas y moradas bajo sus ojos debido a los extenuantes turnos en el hospital, el cuidado de dos hijos y de Minho. A pesar de todo, su expresión seguía siendo amable, le dio un dulce a su hija y otro a Sungguk.

—Para ti también hay —sonrió tendiéndole uno. Minho no se lo comió.

Él nunca se comía esos masticables.

Sostenía todavía el dulce en la mano, cuando sintió otra vez los dedos diminutos en la mejilla. Era Sungguk, que se rio cuando Minho lo miró.

—Creo que le gustas —bromeó Sehun.

No fue sino hasta que Sehun desapareció en la cocina, que Minho estiró un dedo y rozó la punta de la nariz del niño.

—Dime, bonito, ¿vas a cuidar de él?

Mientras sentía que él se quedaba por fin tranquilo, Sungguk le mordió el dedo como respuesta.

Mientras sentía que él se quedaba por fin tranquilo, Sungguk le mordió el dedo como respuesta

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Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora