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Daehyun se despertó con el departamento en silencio. Detrás de la ventana entreabierta, el cielo anaranjado anunciaba un pronto atardecer. Los ojos le pesaban y el labio le latía en sincronía con su dolor de cabeza. Apoyando los brazos en el sofá, se alzó para echarle un vistazo al lugar.

Estaba vacío.

Minho se había marchado. Una vez más.

Al dirigirse al baño, tambaleó. Encendió la luz y se miró al espejo para notar que la mitad de su rostro estaba enrojecido y amoratado por el golpe. Y Sungguk iba a llegar en cuestión de horas.

Su labio hinchado tembló al aferrarse al lavamanos.

Volvió a sentarse en el sofá con su celular rodando entre sus dedos. Entonces, la puerta se abrió. Era Minho, cargaba un jugo rosado y una caja. Ambos se observaron con sorpresa.

—Es de frutilla. De pequeño te gustaba —habló con duda—. Y también traje medicina. No tenías nada para el dolor de cabeza y pensé que... —sus hombros se veían pequeños al encogerse por la vergüenza y el miedo—. Creo que mejor me marcho.

Daehyun dudó unos instantes.

—Me duele la cabeza —confesó.

No tuvo que agregar más. Recibió el jugo y una píldora. Ahora que estaba cerca, Daehyun notó que su padre también tenía los ojos irritados y la punta de la nariz roja. ¿Había llorado?

Desvió la vista porque aún dolía mirar a Minho. Se fijó en el calendario pegado en la cocina.

Visita Jeonggyu y Sungguk

Daehyun se sintió incluso peor, las ganas de vomitar fueron tan abrumadoras que por poco se puso de pie para ir al baño nuevamente.

—Sungguk iba a venir hoy.

—Todavía puede hacerlo —respondió Minho acercándose hasta que estuvo sentado en el suelo a solo unos centímetros de Dae.

—Va a odiarme.

—Sungguk nunca podría odiarte.

Dae sacudió la cabeza incluso antes de que Minho terminase de hablar.

—La abuela decía que no podía amarme si yo le mentía, y yo le he mentido mucho a Sungguk. No quiero contarle sobre esto —se apuntó el labio— porque entenderá que sigo siendo el mismo bobo de siempre.

Se quedaron unos segundos en silencio, Dae jugueteando con el borde de la manta de Jeonggyu, que se le había quedado a Sungguk en su última visita. Se llevó la tela a la cara buscando el olor, que se había perdido hacía mucho tiempo. Se le hizo un nudo en el estómago. Él quería regresar y terminar con esa aventura. Ya había probado que podía estar solo, que podía ser independiente. Estaba cansado de hacer todo lo que le decían que hiciera.

—Quiero regresar —confesó.

Minho formó dos puños sobre sus muslos, continuaba arrodillado frente a Dae. Se lamió los labios. Tocó su codo. Volvió a acomodarse y tomó aire de forma brusca.

—Quiero ser parte de tu vida. Por favor —se inclinó hasta que su frente tocó el suelo—. Por favor.

—Nunca le conté a Sungguk sobre ti.

Al alzar la cabeza, la expresión de Minho era triste.

—¿No?

—No.

Minho jugueteó con el borde de su camiseta de la misma forma que lo estaba haciendo Dae con la manta. Padre e hijo eran incluso más parecidos de lo que alguna vez se imaginaron.

—No es algo fácil de contar —dijo su papá con una risa nerviosa.

Minho todavía jugaba con el borde de su camiseta. Hacía un nudo y luego lo deshacía.

—Puedes decirle a Sungguk sobre mí. Yo... quiero estar contigo y Jeonggyu... —alzó las manos y las movió—. Pero solo si tú quieres.

—El gobierno sabrá de ti.

Minho bajó la cabeza y la sacudió, sus dedos se enterraron con un poco más de fuerza en la tela.

—No me importa, ya he huido por demasiado tiempo.

Daehyun se quedó observándolo. Notó que su padre tenía una pequeña cicatriz en el labio y otra sobre la ceja. Sus hombros siempre se inclinaban hacia adelante con miedo o timidez. Tenía también otra línea blanca en el brazo, solo lograba divisar el final cerca de su muñeca. Al comprender que la estaba mirando, Minho se bajó la manga del suéter para esconderla. Su postura se volvió incluso más pequeña.

Dae se arrodilló frente a él. Quiso tocarlo, se arrepintió encogiendo las manos.

—Merezco un papá que me ame —dijo Dae con cuidado—. No quiero perderte, pero tampoco voy a aceptar menos.

Minho rehuyó su mirada, el mentón le temblaba. Asintió con cuidado.

—Vine a Seúl por ti —confesó, sus ojos todavía esquivos.

Dae se quedó en silencio, a la espera. Su padre tomó una inspiración profunda.

—Yo no buscaba quererte, Dae. Pero lo hago. Te juro que lo hago.

Lo primero que sintió fueron los dedos de Minho tocando su mano.

Ambos dudaron.

—Dae, yo...

Minho acarició con suavidad su mejilla.

—Me gusta tu amigo Minki —confesó Minho—. Es bueno contigo.

—Minki es bonito.

Los dedos de Dae buscaron la otra mano. La voz de Minho fue suave al hablar.

—Nunca me respondiste.

—Yo sí quiero que estés en mi vida —confesó Dae—. ¿Pero tú? ¿Seguirás conmigo?

—¿Nunca lo has notado? —su expresión era algo triste—. Todos estos años he estado a tu lado, Dae. Yo siempre estoy contigo.

Dudó solo un instante antes de abrazarlo mientras apoyaba su oído malo en el pecho de Minho para sentir las vibraciones de su corazón. Minho tardó en reaccionar. Le devolvió al gesto apretándolo con fuerzas contra él. Entonces, le dio un beso apenas perceptible en la coronilla.

Dae cerró los ojos, estrechó los brazos a su alrededor.

Papá, pensó.

Él siempre estuvo conmigo.

Él siempre estuvo conmigo

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Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora