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Una respiración le acariciaba la mejilla mientras unos dedos jugueteaban con el borde de su camiseta. Sonriendo al escuchar una queja de protesta por su lento despertar, abrió los ojos para encontrarse el rostro expectante de Moon Daehyun. Sungguk notó que el sol recién teñía el cielo de rosa y que su brazo se encontraba encajado bajo la cintura de Dae.

Daehyun se quedó observándolo unos segundos más, parecía estar cuestionándose la vida misma de tanto que fruncía el ceño. Con ayuda de los codos, se elevó hasta que su nariz rozó con la de Sungguk. Sus ojos buscaron los de él para una última autorización.

Y Sungguk se la dio, acortando él mismo la distancia. Sus labios colisionaron en una caricia de dos bocas que se encontraban con el único fin de saludarse. Los dedos de Sungguk se cerraron en la espalda de Dae y lo presionó intentando contenerse.

Cuando sintió las piernas de Dae moviéndose en un pataleo emocionado, no pudo contener la risa. Sungguk finalizó el beso para abrazarlo con fuerzas permitiéndole que su oído izquierdo, que escondía el audífono, se refugiara en su pecho.

Se sentía bonita esa emoción.

Agradable.

Cálida.

Familiar.

Le gustaba a un punto que no alcanzaba la comprensión.

Estuvieron en esa posición hasta que el estómago de Dae resonó recordándole a ambos que tenían hambre, que la mañana para ellos había comenzado demasiado temprano y que se gastaron cuarenta minutos abrazados entre sábanas desordenadas.

—Vamos a comer algo.

El chico negó enterrando la nariz en la camiseta de Sungguk.

—Tienes hambre, te sonó el estómago —insistió.

—¡No! —dijo. El rostro de Dae abandonó su escondite para sonreírle con la barbilla apoyada sobre el tórax de Sungguk.

—¿Qué te parecen unos huevos con arroz? —al ver el puchero que se formaba en los labios del chico, continuó—. Te prometo que estos no se caerán.

Dae empequeñeció la mirada y se estiró hacia él. Su boca cálida chocó contra la mejilla de Sungguk y, aprovechando el impulso, le hincó los dientes en la piel.

—¡Me mordiste! —se quejó casi sin voz.

Sungguk iba a pedirle que no volviese a morderlo como si se creyese un bebé vampiro, pero se veía tan hermoso y parecía tan feliz sonriendo mucho, que prefirió morir de dolor que impedirle que siguiera haciéndolo.

Con los brazos de Dae sujetándolo por la cintura para no dejarlo ir, Sungguk logró arrastrarse hasta el borde de la cama. El cuerpo de Dae quedó desparramado por el colchón en su intento por no separarse.

Era un bebé consentido.

—Si te pones calcetines —bromeó Sungguk— y te comportas como alguien grande, te llevo a la cocina en la espalda.

Dae rodó por la cama y cayó al suelo, gateando por la madera en busca de unos calcetines que terminó robándole a Sungguk.

—Bien. Ahora súbete.

Sujetándolo por la parte posterior de los muslos, Sungguk se puso de pie. Dae se movió unos centímetros para lograr aferrarse mejor con las piernas. El corazón le latía tan fuerte que Sungguk podía sentir cada latido contra sus costillas. Con ese aliento cosquilleándole en el borde de la oreja, salieron del cuarto y bajaron las escaleras.

Still with you/me (Novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora