CAPÍTULO 5

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Sucesos como ese siguieron sucediendo. 

A la mañana siguiente, mientras tendía la ropa, Eddie volvió a aparecer. 

Llevaba una bolsa de basura  en la mano izquierda y un cigarrillo en la derecha. 

¿Normal, no?

Exceptuando por que la bolsa no estaba llena ni por la mitad y el cigarrillo permanecía apagado. 

Ah, y el contenedor de basura no estaba por la dirección a la que se dirigía. 

-Que raro- murmuró para sí misma. 

Parecía como si Eddie acabara de salir de su casa de manera apresurada. Llevaba un calcetín de cada color y caminaba de manera extraña, sacando pecho y con la barbilla más arriba de lo normal. 

Se adentró en su caravana sin darle más importancia. 

Después, se encontraba cambiando de maceta a sus tulipanes. 

Su gata, Alfred, se extendía de manera perezosa cerca de ella, bostezando y ronroneando de manera tranquila. 

Se sobresaltó cuando la puerta a su lado se abrió de un solo golpe. 

Un flashback raro cruzó su mente, recordando el primer contacto que tubo con el pelinegro, que por cierto se encontraba ahora mirándola. No hacía nada, simplemente estaba parado en su porche, con su cuerpo en su dirección y los ojos ligeramente abiertos. 

Pasó miedo. 

-¿Que haces, tío?- elevó un poco la voz para que pudiera escucharla. 

Esto pareció sorprenderle, y rápidamente cambió de posición. Primero apoyó las manos en su cadera torpemente, y luego (aún de manera más torpe) cruzo sus pies y se dejó caer sobre el marco de su puerta. Todo de manera muy normal. 

Alfred maulló y también lo miró raro. 

-Buenos días, rubita- su voz sonó dos quintas más grave de lo normal. 

Rodó los ojos molesta. 

¿Por que parecía siempre arruinarle su momento cuando estaba en el jardín?

-Hola- graznó en respuesta. 

Volvió a adentrarse en su caravana, ignorando lo que estaba a punto de decirle. 

Sorprendentemente, ese día en la biblioteca estuvo bastante tranquilo. 

Pasó allí todo el día. 

Como siempre, salió a correr un poco antes de la cena, y mientras su hermana ordenaba un poco la sala, preparó una ensalada para las dos. 

Tumbada en la cama, leyó un libro que le había tomado prestado a Ryan, otro compañero de trabajo. Cuando sus ojos le pidieron parar decidió que era suficiente. 

Se cambió la ropa por el pijama. Le deseó la buenas noches a Noah, y como último se acercó a su ventana para cerrar las cortinas. Era de esas personas que no podían dormir con luz. 

Su curiosidad la ganó. Eddie estaba sentado en su escritorio, de espaldas a ella. Parecía concentrado en algo que escribía. Sus hombros levemente tensados mientras apretaba el bolígrafo con fuerza. Las venas le recorrían el antebrazo hasta llegar a su mano, cubierta por anillos. De vez en cuando, apartaba el pelo de su rostro, pasando mechones detrás de las orejas. 

No podía verle la cara, pero estaba segura de que la punta de su lengua sobresalía ligeramente entre sus labios y los ojos los tenía entrecerrados. 

ANGEL | Eddie MunsonWhere stories live. Discover now