CAPÍTULO 13

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Salió a correr por los alrededores antes de la hora de la cena.

Era algo que ella realmente disfrutaba, lo de sentir el viendo chocando salvaje contra ella y las piernas entumecidas. Los pulmones exigiendo por un descanso, pero la mente totalmente en blanco. 

Ese día decidió adentrarse en el bosque, pero sin perder de vista la carretera en ningún momento. 

Pudo pasar media hora u dos, que para cuando llegó a su casa era totalmente de noche. 

Disfrutó de una ducha de agua fría, que tensó su cuerpo totalmente. 

Estaba demasiado cansada, así que tan solo cenó un sándwich de queso antes de dirigirse a su habitación. 

Se dejó caer con un gran suspiro, teniendo ya su pijama puesto y un par de velas prendidas. Al día siguiente no tenía clase a primera hora, lo que significaba que podría dormir incluso más.  

Esa sensación de no tener nada pendiente por hacer era increíble. Tenía la noche totalmente para ella sola, y podía hacer lo que quisiera. Se decantó por hacer lo que más disfrutaba en el mundo. 

Tomó el libro de poesías que estaba leyendo. 

Siempre a sentido amor por los libros. De pequeña hasta fantaseaba con ser una gran escritora algún día. Más de una vez había empezado a escribir textos, luchando por retener la miles de historias que tenía metidas en la cabeza. Y aunque nunca había logrado terminar ninguno, el proceso le gustaba. Jude tenía un don para contar cosas, todo el mundo que alguna vez había leído cualquier cosa suya se lo había dicho. Hacía verdadera magia cuando escribía. 

Centrada únicamente en las páginas del libro, no se dio cuenta de lo tarde que era. Tampoco de como los ojos se le habían empezado a cerrar, cayendo poco a poco en la inconsciencia. 

Un calor agradable le recorrió la espalda, acurrucándose más en su sitio. 

El libro cayó desde su mano al suelo con un sonido sordo, pero ella estaba demasiado dormida como para percatarse. 

Al rededor de una hora después, levantó totalmente sobresaltada cuando escuchó un ruido proveniente del pasillo. Se quedó muy quieta, asustada cuando volvió a escucharlo, esta vez más cerca. 

Pensó en la posibilidad de que fuera un ladrón, o incluso algo peor. 

-Que narices- susurró. 

Una sombra pasó de manera rápida por debajo de su puerta, dirigiéndose hasta el final del pasillo. Hubo silencio, hasta que volvió a escuchar algo. Esta vez, fue de manera mucho más alta y clara que las veces anteriores. 

¿Eso ha sido un gemido?

Se sonrojó totalmente cuando unos golpes continuos y parejos rebotaron por la pared de su habitación, acompañados de más gritos. 

Por un segundo no supo que hacer, pero después, como si su cuerpo hubiera tomado el control de ella, saltó por la ventana y se dirigió al sitio que empezaba a conocer bastante bien. Hizo el recorrido sin apenas sentir los pies, y para cuando estuvo dentro de la habitación de Eddie fue que regresó a la realidad. 

-¿Que acaba de pasar?- se dijo a sí misma. 

Miró a su alrededor. No se había percatado de que el lugar estaba en penumbras, y que por lo tanto Eddie no se encontraba allí. Pensó en regresar cuando se dio cuenta de que estaba invadiendo una propiedad privada, pero rechazó esa idea, sabiendo lo que la esperaba una vez estuviera en su cama de nuevo. 

En cambio, se sentó con algo de duda en la cama, decidida a esperar al chico. 

Había estado allí numerosas veces, pero estar sin él (y sin realmente haberlo avisado), era muy diferente. 

Paseó sus ojos por cada rincón del lugar. Aunque no hubiera mucha luz, pudo identificar su guitarra, la misma que ya había dejado claro quería con su vida. Descansaba sobre un espejo, que estaba lleno de posters y hojas desordenadas. Llegó a ver también la increíble colección de música del muchacho, además de un estéreo en el que poder escucharla a todo volumen. 

Todo gritaba el nombre de Eddie. Por cualquier sitio al que mirases. Era como ver toda la esencia del chico recogida en un solo lugar. 

Hasta olía a él, como si lo tuviera al lado. Era un olor tan poco común como agradable, quería estampar la cara contra las sábanas. 

Hubiera seguido con la exploración si no hubiera escuchado la puerta principal cerrarse, acompañado de unos pasos decididos por el pasillo. 

Se incorporó de un salto de la cama, pues sin haberse dado cuenta se había recostado. 

La puerta se abrió de golpe, pero la persona que lo había hecho dio un pasó hacia atrás por el susto que se había llevado al verla parada allí. Un grito bastante exagerado salió de su garganta, mientras llevaba sus manos al pecho y tomaba aire de manera melodramática. 

-¿Que mierdas, Jude?- gritó de nuevo, cuando se había recuperado un poco. Ahora descansaba sobre sus rodillas, con el pelo cayendo por los costados de su cara. 

-Perdón, perdón- juntó ambas manos, acercándose a Eddie con cuidado-. No quería asustarte, pero vine aquí y no estabas, y verás... no puedo volver ahora mismo a casa. 

Frunció el ceño, afectado aún. 

-¿Te has peleado con Noah o algo así?- sonó tan extrañado como lo estaba. 

Que Eddie recordase, ellas dos jamás habían discutido, por lo menos no de una manera tan gorda. Eran ese tipo de hermanas a seguir. Se apoyaban en todas las situaciones, y si se llegaban a pelear, encontraban la manera de solucionarlo antes de llegar a los gritos. 

-No, no- negó varias veces, sintiendo las manos de Eddie posarse sobre sus hombros mientras terminaba de recuperar el aire-. Es solo que...

Se removió algo incómoda.

-Que...- la animó el chico. 

Poco a poco notó como sus mejillas volvían a sonrojarse, abrumada por los recuerdos de los gemidos. Bajó la mirada a sus pies, pero no duró nada pues Eddie posó una mano en su barbilla, obligándola a mirarle. Se sorprendió cuando notó su piel roja, intentando ahogar sus risas. 

-Noah está con una chica en su habitación- dijo por fin-. Ya te lo podrás imaginar. 

Explotó en carcajadas, llevando sus manos a su estómago. Se dejó caer de espaldas a su cama, arrastrándola con él, aún riéndose de ella. 

-Mi podre e inocente Jude- limpió una lágrima que caía por su mejilla, sin dejar de reír-. Eres tan pequeña, ¿cómo se le ha ocurrido a tu hermana hacerte algo así?

El notable sarcasmo hizo que una parte de ella explotara. Venía aquí a contarle sus traumas y se reía de ella, ¿cómo era tan malo?

Estampó sin perder el tiempo la almohada sobre la cara del rizado, que luchó por zafarse de su agarre, sin tardar más de unos segundos en voltear la situación. 

-Mi pobre niña- siguió riéndose Eddie-, se ha asustado al escuchar un gemido y a escapado al sitio donde más segura se siente: a la habitación de su amigo, el fundador de una secta que alaba a satanás. Suena hasta cómico.  

-Te odio- luchaba por decir, con la almohada estampándose contra ella una y otra vez. 

-Si de verdad lo hicieras no estarías aquí- dijo de manera burlona, dejándola libre de una vez. 

La chica decidió no responder, pues realmente Eddie había dicho la verdad. Le miró mientras retomaba el aire, de rodias junto a ella, que estaba acostada sobre el colchón. 

-Bien- dijo tras un suspiro, ya estando totalmente relajado-. Ahora que me he llevado el susto de mi vida y estás aquí, ¿qué le apetece a la reina hacer?

-No se- se encogió de hombros, pues había ido allí tan rápido que aun no tenía claro con que propósito realmente. 

-Pues yo si tengo un par de cosas en mente- se levantó de la cama pasando por encima de ella, pero sin tocarla o sobrepasar su espacio personal-. ¿Confiarías en mi para algo?


ANGEL | Eddie MunsonWhere stories live. Discover now