EPÍLOGO

1.5K 157 48
                                    


Un médico iba a verles absolutamente todos los días, nunca fallaba. Iba acompañado de una terapeuta, la señora Martha, que se sentaba a hablar con uno de ellos mientras el otro era curado. Luego cambiaban de lugar, y después, el silencio recorría las paredes de la casa cuando volvían a estar solos.

Cuando le dijeron a Jude que los protegerían, ella se esperaba que los llevaran a alguna base secreta super moderna, como siempre pasaba en las películas. En cambio, todo lo que podía ver al asomarse por la ventana eran árboles. Ni quiera tenían vehículos, estaban literalmente encerrados allí. Les llevaban una compra semanal, y en realidad nada los impulsaba a salir.

No es que ella tuviera a donde ir, pero igualmente le daba algo de ansiedad el saber su situación.

Eddie no hablaba mucho, siempre estaba en su mundo y le costaba mirarla a la cara. Por las noches solía pedirle que lo abrazara, y eso era todo lo que la chica escuchaba salir de sus labios. Ella estaba tan drogada por la cantidad de pastillas que tomaba que ni siquiera podía pensar en algo.

Eddie se mostró realmente reacio a la idea de que ella lo ayudara con la ducha, estaba tan avergonzado de su cuerpo que no podía ni manejar la idea. Una noche, el músculo de su pierna derecha se contrajo en un mal movimiento. La cicatriz estaba casi cerrada, pero de vez en cuando ese tipo de cosas sucedían. Jude había pasado por eso también, así que cuando escucho su nombre salir con fuerza de sus labios, corrió todo lo que pudo hasta el aseo. Sabía que le incomodaría si lo miraba, así que lo ayudo a ponerse en pie con la vista sobre la pared tras ellos. Luego lo cubrió con la toalla, y cuando se dio cuenta de sus lágrimas avergonzadas, lo abrazó por una hora completa. Después de eso ella solía acompañarle. Se quedaba sentada sobre el retrete mientras le esperaba, y luego lo llevaba hasta la habitación que compartían, sentándolo en el colchón y poniéndole el pijama.

Una noche, luego de ella despertar con un grito agudo después de una pesadilla, tuvieron su primera conversación real.

Regresaba de la cocina, cojeando a pesar de las heridas curadas. Jude había aceptado que caminaría así por el resto de su vida, así que trataba de no darle importancia. Había tomado un par de calmantes, pero sus músculos estaban aún muy tensos.

Eddie quiso fingir que estaba dormido, pero el impulso de tomar su mano le venció.

Tumbados mirando al techo, como muchas veces habían hecho, pasaron el rato hablando. Fue en esa conversación que ambos descubrieron que no volverían a ser los niños de antes, habían crecido y eran más maduros ahora.

-No quiero que te sientas así por tus cicatrices. No conmigo, por lo menos- le suplicó la ahora azabache-. Soy Jude, tu Jude. Yo también las tengo, son iguales que las tuyas- le recordó.

Dando ella el paso, dejo caer su chaqueta gris deportiva hasta sus muñecas. Una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos eran lo que la cubrían. En seguida, Eddie paso la camiseta sobre su cabeza.

Jude pasó las yemas de sus dedos con suavidad por encima de los surcos casi curados en su piel. Realmente estaba mal, pero por ningún motivo eso iba a echarla hacia atrás. Esa era la piel que tan bien conocía, era la piel de Eddie, tan solo que ahora estaba lastimada. Ella quería arreglale. No se asustó cuando Eddie la tocó de vuelta, pero si sintió como si esa fuera la primera vez que lo hacía. Ambos se acariciaron en silencio, hablando a través del tacto todo eso que no podían decirse.

Cuando el rizado se lanzó a besarla, de manera muy suave y tímida, sintió como si ese fuera su primer beso de nuevo. Sus labios se sentían como un pequeño empujón, como si eso fuera lo que había necesitado Jude para despertar de su ensoñación.

No tardaron mucho en dormir, sintiendo un nuevo tipo de roze que no estaba antes. Solo ellos entendían lo que estaban pasado, por eso solamente con la ayuda del otro iban a poder lograrlo.

ANGEL | Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora