CAPÍTULO 32

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El viernes sería la escapada a Dallas, y por consecuencia, los días previos fueron un total desastre. 

El lunes, justo después de la campaña por la noche, le dieron la sorpresa a Eddie. Al principio logró permanecer tranquilo, pero cuando Jude sacó la tarta que habían estado preparando todos esa tarde, no pudo evitar que los ojos se le aguaran. Pero fue el colmo para él cuando uno por uno, todos los presentes fueron agradeciéndole a Eddie por todo lo que había echo por ellos. El rizado los abrazó mientras, casualmente, les insultaba de múltiples maneras. 

Al día siguiente Jude volvió a acompañarlo para verle tocar. Afortunadamente la cosa fue mucho más tranquila, y no volvieron demasiado tarde. El miércoles estuvo acompañando a Steve y Robin en su trabajo, y llegado por fin el Jueves por la noche, se encontraba organizando las últimas cosas junto al rizado, que la miraba dar vueltas por la habitación recostado junto a Alfred.

-¿Y de qué te vas a disfrazar?- Eddie había estado pendiente de todo lo que metía en su mochila, pero no había alcanzado a ver ningún traje, por lo que se extrañó.

-Será sorpresa- a Jude le encantaba hacerse la interesante.

Diez minutos después, y tras haberlo comprobado como cinco veces, se dejó caer rendida en la silla frente a su escritorio. Su gata instantáneamente abandonó los brazos de Eddie para saltar sobre su regazo y comenzar a ronronear. Eddie se levantó también, y tomando el bote de pomada en su mesilla de noche, se acercó para aplicar un poco sobre su labio.

Por supuesto que Jude le había contado con detalle lo que había ocurrido. Por mucho que Steve trataba de cortar la hemorragia con el uso de gasas, su labio partido palpitaba como el demonio, así que en cuanto llegó a su caravana supo que hacer. Eddie despertó alarmado tras escuchar muchas veces su nombre, y por alguna razón buscó entre sus propias paredes, hasta que se percató de que en realidad el sonido venía desde afuera. El mundo se le cayó a los pies un segundo cuando vio la sangre seca de Jude manchando su vestido blanco. Pero no tardó en reaccionar más de dos parpadeos. Había tenido experiencias numerosas veces por ese tipo de heridas, por lo que supo que hacer. Quiso estrangular a Cardan cuando se enteró, así que encontró su propia manera de hacerle cabrear. Ya no caminaba dos pasos por detrás de ella en los pasillos, ahora lo hacía rodeando sus hombros, retando a cualquiera que quisiera a acercarse. 

Hasta ese día, le había estado insistiendo que debía aplicarse pomada para que cicatrizara bien.

-Ya no tengo nada, Eddie- y era cierto, todo lo que quedaba era una pequeña costra que se iría con suerte en poco tiempo.

-Da igual.

En realidad le gustaba ver su cara concentrada mientras la curaba. Fruncía muy ligeramente el ceño y entreabría la boca, y con toques muy suaves tocaba sus labios.

Era bastante tarde, así que Eddie no tardó en marcharse.

Habían quedado todos después de clases frente a la casa de Gareth, que era más o menos un punto neutro. Se organizaron en dos choches, en el primero viajarían Eddie y ella, y en el segundo el resto. No era una buena repartición, pero Jude no pensaba decir nada. 

Aunque casi le da algo al ver a Eddie salir de su casa con una maleta en la que ella podría caber perfectamente. La arrastró con esfuerzo hasta dónde la rubia le esperaba, apoyada en la puerta abierta del asiento del conductor. Por razones obvias, no dejaría a Eddie conducir esas dos horas, y tampoco lo haría en su coche, pues aumentaban las posibilidades de quedar varados a mitad de camino.

-Eddie, mañana antes del almuerzo ya estaremos aquí- resopló-, ¿qué narices llevas ahí?

-Calla, Jude- con gran esfuerzo la metió en el maletero, logrando que el coche se inclinara hacia atrás por el peso-. Solo voy preparado para lo que pueda pasar, soy un hombre precavido.

ANGEL | Eddie MunsonWhere stories live. Discover now