Capítulo 6: Entre más dolor, más pastillas

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Dereck

Han pasado varias semanas, la mayor parte del tiempo me mantiene sedado aunque no me altere, dicen que es para evitar que en un movimiento involuntario mueva mi suero, pero ¿A quién quieren engañar? Es para que no lo vuelva a intentar.

—Ann... ¿Cómo me encontraste? —Dije en un corto momento de lucidez.

—¿De verdad quieres hablar de esto?

—Sí... —Susurré muy poco convencido. En realidad no quería, pero era necesario saber que hice mal, para no volver a cometer el mismo error.

—Fui a tu casa, quería que saliéramos o algo... ¿Estás seguro?

—Sólo dilo.

—Vale, fui y tu padre me abrió. Saludó y pregunté por ti. Él me dijo "¿Quién? Yo no conozco a ningún Dereck" Primero pensé que era solo una broma, pero cuando escuché a tu madre llorar. Ahí supe que ya les habías contado. —No sentí nada, esperé que llegara el dolor de un solo golpe, pero no sentí absolutamente nada. —Intuí que estarías con Kurt, pero él nunca contestó así que... que...

—¿Qué?

—Rastreé tu celular.

—¿Ya te dije que tienes tendencias acosadoras?

— Sí, muchas veces... Pero, bueno... déjame continuar. —Suspiré y la dejé seguir —Pregunté por ti en recepción y la chica me dijo que estabas muy afectado y eras grosero con el servicio, me asusté. Tú nunca eres grosero con nadie, corrí a la habitación y pegué en la puerta como loca, no abriste por obvias razones y pedí la llave, lo demás es historia. Ambulancia, días y días de esta aquí...

—¿No vino mi madre?

—Sí... Pero... tu padre se llevó a Clarisse. Ella quería estar aquí hasta que despertaras pero, bueno, tú mejor que nadie conoces como se pone tu padre si no le haces caso.

—Ya.

—¿Quieres que te deje descansar?

—Sí, quiero dormir.

—Llevas más de veinte días sólo durmiendo...

—Sí

—Eres desesperante. Iré a darme un baño, promete que no morderás a ninguna enfermera mientras este fuera. —Sonreí para complacerla.

—Lo prometo. —Ella salió y estuve solo unas horas.

Desperté y vi una sombra a los pies de mi cama.

—Ann, ¿ya volviste?

—No puedo creerlo, nunca me imaginé esto. —Era la voz de mi padre. Antes me hubiera echado para atrás, tal vez hasta hubiera gritado, pero ahora ya me daba igual que pensara de mí ese señor. Si el me desconocía como hijo ¿Quién era este hombre frente a mi cama? Nadie —Tú no eres mi hijo. Mi hijo era valiente.

—Y mi padre tenía huevos. —El frunció el ceño y caminó hasta la puerta.

—Ni siquiera esto puedes hacer bien. La cosa más sencilla en el universo y no la puedes hacer decentemente.

Ahí fue cuando me di cuenta de que ya no tenía nada que ver con toda mi "Familia"... eso no existe.

Después de esa visita no sentí nada por mi padre, no lo odiaba, pero tampoco lo quería... sólo era otra persona más en este mundo. Con el paso de los días me fueron bajando los tranquilizantes para remplazarlos por analgésicos.

—Bueno, te dejaremos ir. Pero tienes cumplir con un periodo de terapia en un centro de rehabilitación hasta que el psiquiatra crea conveniente.

—¿así le llaman a los loqueros ahora? —nadie rio de mi chiste —Sí, doc. Me arrepiento de lo que hice, estoy feliz de no haber muerto — *¡Mentiras! Esas son puras mentiras, esa noche yo no andaba ahí...* Okay no. Pero, eran mentiras.

Luego del tiempo en el psiquiátrico Anne me llevó a vivir con ella. Los padres de Anne le pagaban un departamento desde lo equivalente a la preparatoria. Ella siempre fue ejemplar.
Al principio fue divertido vivir con ella, siempre buscaba formas para entretenerme, pero pronto mis días no eran más que una constante y aburrida rutina.

Despertar. Comer. Terapia. Dormir. Comer. Asearme. Tranquilizar a Anne. Otra vez terapia. Dormir.

Estaba harto, así pasó un año completo hasta que empecé a decir lo que el psiquiatra quería escuchar y sorprendentemente me funcionó, en menos de dos meses ya estaba "bien".

Hice un examen para la Universidad y con el puntaje más alto logré entrar. Dicho examen fue particular, no había un número máximo de reactivos para todos, fu mas bien competitivo, jamás creí que fuera el número uno en esa tabla. Esto de leer mientras te recuperas de un intento de suicidio sirve de algo. Me decidí por filosofía, ilusamente pensé que obtendría respuestas.

Pasaron los años como si fueran meses y no había nada nuevo en mi vida, a excepción de mi extraña y bizarra obsesión con no mirarme las muñecas. Temía que al hacerlo, las cicatrices se volvieran a abrir y así morir de una vez por todas. También que dejé a un lado todas las estúpidas creencias religiosas, de todas las tierras y de todos los dioses. Aceptar que ser homosexual no era algo para ser castigado me arrebato la idea de una vida eterna.

Anne estaba segura que me costaría mucho trabajo volver a involucrarme con alguien, incluso me presentaba chicos, pero para sorpresa de ambos no fue así. Tal vez estaba un poco inseguro antes de entrar al gimnasio y crecer lo que me faltaba, pero cuando me di cuenta de lo jodidamente atractivo que era, todo se fue al carajo. Era una zorra.

No sólo coqueteaba con quien fuera, sino que además, tenía sexo con quien fuera, como fuera y en donde fuera, pero siempre utilicé condón. No quería nada de estúpidas enfermedades. Si existiera el igual masculino a "Puta" sería mi nombre.

Incluso tenía mi lista de números frecuentes en los que figuraban, la mayoría, chicos menores, de no más de veinte años

—Dereck... Deberías buscar un trabajo... —Insinuó Ann unas semanas después de mi graduación.

—Sí, debería...

—No seas imbécil. Mueve tu trasero fuera de mi casa y no vuelvas hasta que encuentres empleo.

— ¡Hey! Calma tus hormonas, mujer. Ya voy.

Y así fue como pasé toda mi vida en una caja bajo el puente. Bueno no, pero si tuve que rentar varias noches una habitación de hotel hasta que leí en un anuncio de internet una oferta como profesor de filosofía en una Universidad del Estado

<¿Qué? ¿Me partí la madre estudiando cuatro años de mi vida para hacerla de niñero? > Fuelo primero que pensé. Pero, no era tan malo.

Se supone que los chicos de Universidad ya son más maduros y se comportarán... ¿O no? De cualquier forma, si me dan el trabajo, haré que me respeten.

Me arreglé muy bien para mi entrevista con un tal Dean-no-se-que-sigue (Director de la Universidad) y fui en autobús, si me daban el trabajo tendría que comprarme un auto.

Entré y vi puros chicos y chicas bastante... ¿Cómo decirlo para que no suena mal? Ah, como si me importara. Todos eran la representación física de la promiscuidad y el desinterés. No creía que nadie estuviese ahí para aprender algo.

Caminé tranquilamente hasta llegar frente a un escritorio de madera clara con una joven y linda chica al teléfono.

—Buenos días, vengo por el trabajo. —La chica me miró y su boca formo una "o"

Ya estaba acostumbrado a provocar ese tipo de reacciones.

—E-En un mo...momento lo paso. —Susurró de forma apenas audible.

Me senté en el sillón de cuero y esperé tranquilo por algunos minutos. Un hombre alto y atractivo salió de la oficina y me indicó que entrara. Esto no será una típica entrevista...

Different Love [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora