Capítulo 5

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Dereck

El techo de mi habitación se va aclarando conforme pasan las horas. Ethan se fue en cuanto terminamos nuestros... asuntos. Nunca se queda a dormir. En realidad, nunca dejaría que nadie se quedara a dormir en mi cama.
Volteé levemente mi cabeza para mirar el despertador, unos números brillantes titilaban en la pantalla: 5:30 am. Aparté las cobijas de un tirón y me fui directamente a la ducha. El chorro de agua resbalaba por los músculos de mi espalda y por mis brazos. Observé la pared cubierta de azulejos completamente blancos y pequeñas gotas de agua resbalando, esa imagen la tengo grabada a fuego en mi mente.

Me vestí con mucho cuidado y tomé las llaves mi auto, puse música aleatoria y conduje hasta el Instituto. Estaba muy ansioso, quería verlo.

Sentí una vibración en mi chaqueta y revisé mi celular.

Anee

Solté un largo suspiro y oprimí el botón para contestar.

–¿Hola?
–¡Dereck! ¿Cómo estás? ¿Cómo fue tu primer día de clases? ¿Cuántas universitarias ya te pidieron tu número? –Sonreí para mi
–Bien. Malo. Cinco.
–No seas idiota, quiero que me digas con todo detalle cómo te fue.
Puse mala cara y me recargue sobre el cofre de mi auto.
–Bien, ejem... estoy bien. Extraño, siempre hay un idiota en mi clase. Ninguna, no sé por qué crees que alguna lo haría.
–¿qué pasó en tu clase? No te pongas de niñita y no me hagas rogarte.
–Anne, ya cállate. Tengo que ir a trabajar.
–Te odio.
–También te odio – Sonreí y guardé mi celular. Anne era la única persona a la que le contestaba las llamadas. Ella era... era la única persona que estaba conmigo.

Tommy

<Mierda, mierda> maldije para mí y me puse atrás de un árbol. Ahí estaba él, recargado sobre su flamante auto rojo.

Me quedé hiperventilando unos instantes y decidí caminar -correr- lo más lejos posible de ahí. Recorrí todo el Instituto sólo para no pasar cerca de él.

Me detuve en el segundo edificio y saqué mi horario <Que estupidez, mi primera clase es Filosofía>
Me golpeé la cabeza contra la pared varias veces y estrujé la hoja de mi horario.
–¿Tom...? ¿Qué haces? –Me quedé helado, por un par de segundos pensé que tal vez era Mr. Brown quien estaba tras de mí.
–¿Tomm? –Me volteé muy levemente y vi a Ian parado a unos centímetros de mí. Abrí los ojos como platos y forcé una sonrisa
–Ah, yo me tengo que ir a mi clase. Sí, eso–. Sentí que mi rostro se calentó.
–¿Quieres que te acompañe? –Se acercó e instintivamente me hice para atrás pero mi pequeño cuerpo chocó con la pared. <Maldición>

Ian
<¿Qué estás haciendo, Ian?> me dije.
Verlo ahí totalmente indefenso y ruborizado me puso bastante cachondo.
–Ah, yo me tengo que ir a mi clase. Sí, eso.
Me acerqué a él para acorralarlo contra el muro. No podía concentrarme, sólo pensaba en poner mis labios sobre los suyos.

Tommy

Ian se acercó demasiado y cerré mis ojos. Tal vez...
Un horrible sonido retumbo al lado de nosotros.

–¡Ah!

A Ian le cagaban las chicharras que anunciaban el cambio de clase.
–Y-Yo me tengo q-que ir.
Me separé de él y corrí a lo largo del pasillo hasta llegar a mi salón.

Ian

Odio las chicharras.
Tommy salió corriendo en cuanto la escucho.
<¿Pero qué acabas de hacer?> me dije. Vi como entró corriendo al salón de Filosofía.

Tommy

Agradecí infinitamente a lo que fuera que hay que agradecer porque había llegado antes que el profesor. Subí las escaleras y me senté al lado de una chica de cabello ondulado y color caramelo, era linda. Saqué un cuaderno y un bolígrafo de tinta negra.

–Hoy hablaremos sobre la "perfección"
Su voz se escuchó desde un extremo del salón.
–Resumiendo el tema. No existe la perfección –. La chica junto a mi soltó un gemido de insatisfacción y dijo
–Claro que sí.
Mr. Brown puso mala cara y suspiró. Dijo algo entre dientes, pero no pude descifrarlo. Se dio vuelta hasta donde estaba mi compañera y me miró de reojo.
Me ruboricé un poco y me hundí en la silla.
–¿Por qué?
–La perfección es un balance en todos los aspectos.

Clavé la mirada en mi compañera, era muy atractiva. Tenía una tez blanca y ojos aceitunados. Me sorprendió que no se detuvo a pensar ni un sólo instante en defender su punto de vista ante Mr. Brown. Ella tenía más valor del que yo podía aspirar.

Él paso sus largas y grandes manos por su cabello y suspiró.
–No, como sea que te llames. No existe la perfección. Simplemente no puede existir un balance –La chica se quedó en blanco.
–Eh... ¿Qué?
–¿Tienes problemas para escuchar? Ya lo dije, no existe un balance.
El profesor escribió a lo largo de toda la pizarra "No-existe-la-perfección". Sí, lo separó con guiones.
Dudé un segundo en hacer lo que estaba pensando, pero fue un impulso.

–¿Por qué? –cuando me di cuenta ya habían salido las palabras de mi boca.

Él estrelló la tiza contra la pizarra y volteó a verme. Suspiró nuevamente de forma larga y frunció el ceño.
–Todos escuchen muy bien. Si después de mi explicación alguien me vuelve a preguntar algo tómenlo como suicidio académico. No existe la perfección porque no puede existir un balance. Para qué haya un balance debe haber categorías, que en este caso hipotéticamente serían "bueno" y "malo" pero hay un diminuto problema, no existe nada totalmente bueno ni nada totalmente malo, así que su teoría –señalo a la chica de mi lado– Es estúpida.

>> La perfección no existe en sí, dejando a un lado las concepciones religiosas y de la estupidez del "balance" –agregó comillas con sus manos y mató con la mirada a mi compañera– las distintas definiciones que se le han otorgado a lo largo del tiempo lo asocian con todo lo "bueno".
Nadie diría que una persona en balance es perfecta, pues eso implicaría que tiene elementos contrapuestos en la misma medida. Trayendo a colación lo mencionado por la señorita y arrepintiéndome de tratar de no mencionarlo, al Dios cristiano se le ha adjudicado el término de perfecto, claro que al hacerlo no podemos imaginarnos un Dios benévolo y maligno en proporciones iguales. Con esto solo trato de contraargumentar y dar ejemplos. El debate de la existencia de Dios puede implotar frente a mí y no haré nada, por cierto, quien quiera abogar por cuentos fantásticos por favor cambie de clase.

>> Eventualmente analizaremos el argumento ontológico de San Anselmo, pero para que sus pequeñas cabezas entiendan la refutación a él tienen que aprender lógica. Vendría bien que repasaran algo de metafísica y lógica formal, sobre todo usted– de nuevo señaló a la chica – para que no diga estupideces frente a 40 personas.

La chica estaba pálida al igual que yo; me quede sin habla, no se sí fue una excelente explicación sobre lo estúpido de la teoría de mi compañera, o una lluvia de arrogancia, pero en definitiva no tengo nada con que contraargumentar. 

Different Love [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora