Capítulo 4

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Camila's POV

La semana entera había sido un caos. Miles de operaciones, consultas y un montón de papeles que rellenar. Todo había pasado lento, tanto que miraba el reloj y cuando creía que habían pasado veinte minutos, pasaban dos.

Eran las una y media de la tarde y estaba desesperada por llegar a aquella última consulta. Tras despedir al último paciente, abrí la puerta y me topé con aquellos ojos verdes a los que había estado esperando toda la mañana. Lauren llevaba la chaqueta del traje en la mano y vestía con una camisa blanca ajustada, desabrochada por el escote.

-Pasa. –Le hice un gesto con la cabeza, entrando en la consulta con ella. Se sentó en la camilla sin que yo le dijese nada.

-No me acostumbraré nunca a verte así vestida. Es.. –Se quedó en silencio mientras yo sonreía, cogiendo la caja de guantes de látex y lo necesario para curar, mirándola de nuevo cuando me puse delante.

-¿Es? –Pregunté para que terminase la frase, quitándole la venda de la mano lentamente.

-Eres sexy. –Respondió ella, y aunque me moría de ganas por responderle que ella aún más, estábamos en una consulta y ella era mi paciente.

-No sé qué sentido tendrás del atractivo, pero obviamente piensas mal. –Espeté sentándome en la silla, cogiendo un algodón y mojándolo en agua oxigenada.

-Me da igual lo que tú pienses sobre eso. Me parece rematadamente sexy cuando haces tu trabajo. –La miré a los ojos pasando el algodón por encima de los puntos, bajando de nuevo la mirada a su mano.

-Tu herida va bien. Aún está muy blanda la cicatriz así que lo dejaremos una semana más. –Cogí un poco de aquél líquido naranja y lo esparcí, sintiendo cómo su mirada se clavaba en mí. Lauren se quedó en silencio mientras yo vendaba su mano con una venda limpia, apretándola de forma firme para que no se deshilachase o se soltara.

Cuando me puse de pie, sus ojos miraban los míos de una forma que casi me hizo sentir cosas que no debería en una consulta. Lauren se levantó de la camilla pero siguió apoyada en ella, con las piernas un poco abiertas por lo que yo había quedado entre ellas.

-Yo siempre tengo el control, Camila. –Susurró con la voz más ronca que podía tener. –Tengo el control de lo que como, tengo el control de lo que hago a cada minuto del día, puedo controlarlo todo... Menos a ti. –Susurró escuchando cómo sus manos apretaban el acolchado de la camilla. –Y eso me hace pensar en ti, todo el día. Y pensar en cuándo volveré a besarte.

Me quedé en silencio un momento, acercándome a su rostro de tal forma que no sabía si nuestros labios iban a rozarse cuando empezase a hablar. Mi mano rozó su mejilla suavemente.

-Te he roto los esquemas. –Susurré con una sonrisa, dándole un suave beso en la comisura de los labios.

-Ven a comer a mi casa. –Ofreció ella, y sonreí.

-Aceptaré siempre que no haya cáterin o platos de alta cocina. –Respondí ladeando la cabeza mientras ella sonreía de forma leve.

-Lo prometo. Ni traje tampoco. –Asintió y me separé dejando que ella se incorporase y cogiese su chaqueta.

-Para esa herida lo mejor es quitártela unas horas al día, y si te duele tómate un ibuprofeno. –Dije sentándome en la mesa un momento escribiéndolo en una receta, firmándolo y levantándome para dárselo.

Lauren se quedó mirando el papel y soltó una suave risa.

-Es verdad eso de la letra de médico. No puedo esperar a ver qué más sabes hacer con esos dedos. –Entrecerré los ojos y Lauren se inclinó para besarme pero la aparté con las manos y una sonrisa.

room 72; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora