Epílogo 2

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-¿Te has puesto bien los manguitos, Karla? –Le decía Camila a la pequeña, que corría por el borde de la piscina con su madre detrás.

-Mami, quiero bañarme en la piscina. –Señaló el agua dando pequeños saltitos, y Camila asintió con el ceño fruncido.

-Está bien. Vamos, tírate. –La alentó, y Karla sonrió, saltando con los brazos abiertos en la piscina para niños.

Cómo había cambiado, ahora era una niña preciosa. Con el pelo castaño casi rubio, casi siempre recogido, y aquellos ojos verdes que sin duda eran una seña de identidad mía, pero su rostro era calcado al de Camila. Al igual que cuando apenas era un bebé, Karla desbordaba felicidad. Se reía con cualquier cosa y adoraba que le hiciese cosquillas. A la hora de dormir siempre me buscaba en el sofá, porque decía que yo estaba más calentita que Camila.

Luego estaba Michael, que era moreno de ojos café, aunque los rasgos eran iguales que los míos. Tenía apenas 3 años, y lo que más le gustaba eran los coches pequeñitos, las pinturas y los dibujos animados.

-¿Preparado para ir al agua, campeón? –Él asintió limpiándose los ojos con las dos manitas, y los brazos apretados por esos manguitos de Piolín.

-Ci. –Su brazo rodeó mi cuello, y miré a la piscina donde Karla jugaba con Camila.

-Mmh, ¿quieres lanzarte encima de mami? –Susurré en su oído y él sonrió de forma burlona, con la cabeza gacha, asintiendo.

Nos acercamos al borde por detrás de Camila, que estaba sentada mientras observaba a Karla, que jugaba con una pelota rosa en el agua. Acomodé a Michael mejor en mis brazos, y la miré, estaba totalmente desprevenida.

-¡Bomba va! –Grité antes de lanzar a Mike a su lado en el agua, que salpicó agua hasta el borde de la piscina. Camila se giró con la boca abierta mientras el pequeño comenzó a reírse, y yo me metí en la piscina, que apenas me llegaba por mitad del muslo.

-¡Mamá! ¡Fue mamá! –Me señaló huyendo de mí, y entrecerré los ojos abriendo los labios para mirarlo.

-Pero bueno, qué chivato eres. –Mike se agarró al cuello de Camila, que lo abrazó y me miró fingiendo estar enfadada sacándome la lengua. -¿Tú me quieres, Karla? –Abrí los brazos acercándome a la pequeña, que arrugó la nariz con una sonrisa y se echó encima de mí en el agua.

-Yo te quiero, mamá. –Camila se fue acercando a nosotras con Mike en brazos, que salpicó a su hermana en cuanto estuvo a su lado. -¡Ay, Mike! –Se quejó Karla, que se abrazó a mí y giró la cabeza para que él no le salpicase.

-Michael, deja a tu hermana. –Suspiró Camila que lo dejó ir porque ya no podía parar de jugar. En cambio, Karla se quedó sentada en mi regazo, con el agua por el cuello, jugando con aquella pelota rosa entre las manos.

-Nos vamos a ir yendo, ¿no? –Le dije a Camila, que asintió levantándose de la piscina.

-¡Noooo! –Gritaron los dos a la vez, y Michael comenzó a chapotear enrabietado.

-Tú, enano, quietecito. –Torcí los labios y miré a Camila, abriendo los ojos con una sonrisa. –Hey, tengo algo en la habitación súper chulo, ¿quieres verlo, Camz? –Ella sabía cuál era mi estrategia, así que me siguió la corriente.

-¡Oh, sí, eso! Vamos, tenemos que ser las primeras en verlo. –Camila me tomó de la mano y puso un pie en el borde de la piscina, que apenas tenía 50 centímetros de profundidad, y se alzó para salir.

room 72; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora