Aker

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William Ferguson.
Un mes después del final.

El frió se colaba desde mis pies descalzos hasta mi frente sudorosa.

Apenas podía ver, no sé dónde diablos me encontraba solo quería saber donde estaba. Me dolía el cuerpo, mis manos estaban atadas a mi espalda, mis pies a las patas de la silla y por más que intentaba removerme era imposible.

Un ruido me pone alerta, muevo el rostro hacia la dirección por la que creo que proviene. Un Luz se enciende y deja ver en la esquina de la habitación.

Un hombre mantiene la cabeza gacha, tiene un hierro en la mano el cual arrastra cuando camina hacia mi, sin embargo, no me da la cara.

El miedo sube por mi garganta de forma incontrolable, cuando está a unos metros delante de mi, me paralizo.

Es el alemán.

Alza el rostro y me sonríe con simpleza, sus labios se arquean en deleite mirándome con superioridad.

Alza el hierro y lo coloca en su hombro dando pasos en mi campo de visión.

—Despertaste, muy bien. Ya me estaba aburriendo de esperarte.—espeta con tranquilidad.

La voz me tiembla al hablar

—¿Que-e hago aquí...?

—Oh, ¿pensabas que saldrías impune luego de lo de hace un par de meses? Vaya, parece que no sembré el terror correcto—me da la espalda caminando hacia una mesa.

Me tenso al oírlo, empiezo a negar con la cabeza entendiendo lo que significa.

—¿Vas-s a matarme?—tiemblo.

El empieza silbar ignorándome, la sensación de miedo es clara. Lo que me hizo hace más de unos meses pasa en mi memoria y no solo eso, lo que he escuchado luego de eso.

El sonido de su silbado no me tranquiliza, se gira y se termina de colocar unos guantes negros. Toma de la mesa de su espalda el mismo hierro y camina hacia mi.

—Por supuesto, ¿creías que olvidaría lo que hiciste?—niega con la cabeza sonriendo—. Hoy aprenderás tres lecciones.

Arrugo las cejas.

—¿Que-e?

—No hablaras hasta que te lo diga.

—¿Porque-e...?

—¡No hablarás hasta que te lo diga!—grita y estampa el hierro mi abdomen haciendo que me incline de dolor—¡¿Lo entiendes?!

Grito pero no respondo, solo asiento frenéticamente.

—Así me gusta—se ríe—. Seré rápido, tengo asuntos importantes, solo que desde hace un tiempo he querido acabar contigo y digamos que no me había dado tiempo.

No digo nada, el dolor se expande por mi torax de forma incontrolable. La vista se me nubla cuando las lagrimas se acumulan en mis ojos.

La versión que estoy viendo de él alemán amenaza con lo que podía ser la misma crueldad en carne viva.

—Primer lección—se gira con un cuchillo carnicero—. No tocar lo que no es tuyo.

DOLOROSA CONEXIÓN [+18] #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora