Especial Navideño: «Navidades tras la guerra, Navidades de primeras veces».

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Supongo que, en el mundo anterior, antes de que los muertos se alzaran, buscar regalos para los tuyos significaba pasar mañanas y tardes enteras en los centros comerciales. Incluidos fines de semana.

Y lo supongo, porque yo nunca lo he vivido.

No, en absoluto. Daryl y Merle no tenían tiempo para esas cosas. Ni tiempo ni dinero.

Pero sé que es así porque lo veía.

En mis escapadas del orfanato, durante esas fechas, veía a la gente correr de un lado para otro. Entrando y saliendo de las tiendas siempre cargados de bolsas y paquetes. Y yo simplemente miraba en la lejanía, soñando con quizá tener algo así algún día.

Encontrar los regalos perfectos, hacer comida para los tuyos y reunirte con ellos. Ver sus ojos alegres cuando rasgan el papel de sus regalos.

Eso era lo que antes había.

Las cosas han cambiado, pero tampoco tanto. Al menos no ahora.

Ahora, lo único que te impide ir al centro comercial, son los muertos.

Aunque tampoco es un gran impedimento, al menos no siempre. O eso pienso cuando Michonne corta la cabeza de uno de ellos con un suave y grácil movimiento de muñeca, deslizando la hoja de su espada por el cráneo hasta partirlo por la mitad.

—¡Joder, Michonne! —exclamo cuando la sangre me salpica parte del rostro—. ¡Cuando hablaba de decoración roja para Navidad no me refería a la sangre de un muerto!

Ella muerde sus labios y se lleva el dorso de la mano a la boca, intentando ocultar su sonrisa.

—Lo siento —murmura.

Resoplo y me limpio con la manga de mi sudadera. Rosita y Carl, a mi espalda, no consiguen aguantarse la risa y pongo los ojos en blanco.

—Muy graciosos —farfullo—. Me encantaría mantener la ropa limpia en alguna expedición.

—Pides un imposible —dice Daryl unos metros más adelante, enfocando con su linterna la entrada al centro comercial—. Parece despejado.

Y lo está.

Pues nos hemos encargado de limpiar cualquier rastro de «vida» en el camino.

Y es que hoy, supuestamente el día de Nochebuena aunque no lo sepamos con demasiada exactitud, Daryl, Michonne, Carl, Rosita y yo habíamos partido en una expedición exprés en busca de comida y algo que pueda servirnos como regalos.

Sé que puede sonar bastante absurdo querer encontrar algo así en este mundo, pero hacía tan solo un par de meses que la guerra con Los Salvadores había terminado, y nuestras mentes y corazones se merecían algo de paz y descanso.

Algo de normalidad.

Algo de esperanza.

Y la Navidad nos otorgaba todo ello.

Así que era la oportunidad perfecta.

Se lo propuse a Carl, le pareció una buena idea y accedió a que habláramos con los nuestros y con las comunidades. Y, sorprendentemente, les gustó la propuesta. Si bien esto paralizaría las obras de reconstrucción de las comunidades, todos estaban de acuerdo en que necesitábamos un descanso.

Por lo que no se habló más.

Decidimos organizar tres ferias y mercadillos navideños en Hilltop, El Reino y Alexandria a lo largo de unos cinco días. Oceanside se mantenía reservada y recelosa, pero no por ello menos colaborativa, por lo que se habían ofrecido a abastecernos con partes de su pesca y cosecha, cosa que era de agradecer. El Santuario era harina de otro costal, todavía estaba acostumbrándose a una existencia individual y alejada de Negan, por lo que cabeceaba como un animal desconfiado y resabiado. Todavía seguíamos sin saber quién se haría cargo de él cuando lo constituyéramos como comunidad, pero hasta entonces teníamos trabajo que hacer. Me preocupaba que al quedar descabezados empezaran a descontrolarse, pero por el momento parecían estar bien. O por lo menos mejor que sin Negan a la cabeza.

The Walking Dead: Nuevo MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora