Capítulo 30. Treinta balas de plata.

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- ¡Despierta, Bella Durmiente, hoy es tu gran día!

La voz de Negan seguida de unos cuantos toques a mi puerta, reverberan con fuerza tras esta, consiguiendo despertarme del todo.

Froto mis ojos con pereza, aún somnoliento, y resoplo un "¡Ya vale!" que detiene los continuos y molestos golpecitos de sus nudillos en la madera.

La risa del hombre del bate no tarda en aparecer, pues parecía que se había propuesto como meta el ser mi despertador personal.

Y es que todo lo que me incordiase, por norma general a él le gustaba.

Y estaba seguro de que no era una mera coincidencia.

La cabeza de Negan asoma por la puerta cuando me estoy sentando en la cama, desperezándome.

- No te he dado permiso para entrar. – gruño antes de ocultar un bostezo.

- No lo necesito. Yo no. – responde con su habitual sonrisa de superioridad. Sus ojos me analizan. – Pareces cansado.

- Para nada. – miento mirándole fijamente.

El hombre asiente.

Sin creerme un ápice.

Y es que lo estaba.

Estaba cansado.

Pues me había pasado prácticamente toda la noche hablando con Carl, hasta hace escasas horas.

Esas en las que había podido dormir.

Pero eso... Eso no podía decírselo. No a él.

- Está bien. – dice sin convicción alguna, ganándose mi atención. Le observo de arriba abajo, frunciendo el ceño ligeramente.

Y es que todavía no me había acostumbrado a creer que el Negan que estaba ahora mismo frente a mis ojos, era el que también reventó las cabezas de Glenn y de Abraham delante de mi.

Su aspecto descansado, vestido con una simple camiseta gris, unos vaqueros azules y sus botas negras, con el pelo peinado hacia atrás y aún húmedo debido a una ducha matutina, no le daban el aspecto del lunático que personalmente había conocido en profundidad.

Casi parecía alguien normal.

- Mueve el culo, vístete y organiza a los hombres que vendrán y los que se quedarán en El Santuario. No tenemos todo el día, Scarface.

Casi.

El hombre ríe ante mi cara de hastío.

- Esas miradas, Áyax... - murmura mientras niega con la cabeza.

Mis ojos se desvían de forma automática. No me había dado cuenta de si le había mirado mal.

Trago saliva.

- Algún día te costarán caro. – añade con seriedad. – Te lo dije, me caes bien. Pero incluso aún así, hay cosas que no puedo permitirte que hagas, y una de ellas es que no me mires como debes hacerlo.

- Lo sé. – le interrumpo, y, para mi sorpresa, el arrepentimiento tiñe mi voz ligeramente. – Lo siento.

¿Por qué narices estaba diciendo eso?

Negan se pasea con lentitud hacia mi cama y se sienta a los pies de esta, para después palmear mi pierna en algo que interpreto como un gesto de cariño.

Si es que alguien como él tiene de eso.

- Lo sé. – repite. – Sé que lo sientes. – añade. – Lo veo en tus ojos ¿Sabes? Veo que realmente lo intentas. – arqueo una ceja casi en un acto reflejo de la más pura incredulidad. – Diría incluso que estoy empezando a creer que estas a gusto aquí. Puede que no todo lo que yo desearía, pero empiezas a estarlo, lo he notado. – dice señalándome. – Y eso no puedes ocultármelo.

The Walking Dead: Nuevo MundoWhere stories live. Discover now