Capítulo 10. Aislamiento.

4K 378 83
                                    


Me despierto al notar como una tibia gota cae lentamente por mi sien. Alguien aparta de mi frente una húmeda toalla que en un principio estaba fría, pero ahora parece estar a punto de empezar a arder en cualquier momento.

Intento incorporarme aún con los ojos cerrados, pero una mano se posa donde antes estaba la toalla, y a la vez que mide mi temperatura ejerce una leve presión que, ante mis pocas fuerzas, me impide levantarme.

Abro los ojos.

Mi vista empieza a enfocarse en el hombre que tengo delante.

Hershel sonríe levemente.

- Parece que has despertado ¿Cómo te encuentras? – pregunta el hombre. Parpadeo un par de veces antes de llegar a entender qué ha pasado y qué está pasando.

Trago saliva al recordarlo.

- Carl... Daryl... - digo con la voz más áspera de lo que esperaba. – Estuvieron... Conmigo. - Mi garganta está prácticamente seca, tanto que empieza a doler. Y Hershel parece notarlo. El anciano se vuelve y camina por la celda, la cual reconozco que no es la mía. Ni si quiera estoy seguro de en que parte de la prisión me encuentro.

- Ellos están bien. – dice mientras se sienta en la cama y me ayuda a incorporarme. Pasa su mano por mi nuca y me ayuda a beber de la taza que sostiene en su mano derecha. El dulce y extraño líquido baja por mi garganta haciendo que ésta deje de pincharme ferozmente impidiéndome la respiración. – Esto te hará sentir mejor.

- Por su sabor no parece que vaya a hacerlo. – respondo en un leve susurro mientras hago una mueca de desagrado. Sea lo que sea eso, me ha dejado un sabor asqueroso.

El hombre ríe por mi comentario.

- Vaya, parece que empiezas a volver al mundo de los vivos. – comenta divertido mientras sonríe y deposita mi cabeza delicadamente en la almohada.

- ¿Vivos? ¿Estás seguro? – digo cerrando los ojos, con una mueca parecida a una sonrisa, ignorando la punzada de dolor que me recorre de pies a cabeza cada vez que me muevo.

- Si, definitivamente, has vuelto. – sentencia el hombre, dando una pequeña palmada en su muslo derecho para después ponerse en pie. Se dirige a un lado de la cama, donde hay un pequeño cubo, y humedece la toalla en él. A continuación, vuelve a mi lado y retoma su posición anterior. – La fiebre está librando una buena batalla contigo, no parece querer bajar... - dice poniendo de nuevo la toalla en mi frente. Me estremezco con el gran contraste que provoca el agua fría frente a mi piel ardiente. Suelto todo el aire que contengo en mis pulmones mostrando el gran alivio que me provoca el contacto helado. Y entonces toso un par de veces.

Y cada vez que lo hago, es como si dos grandes agujas perforaran mi espalda y mi pecho, a la vez.

- Prefiero este tipo de fiebre, que esa que nunca he llegado a tener. – respondo después de carraspear. El hombre sonríe y asiente dándome la razón.

- En eso estamos de acuerdo. – afirma.

Entonces comprueba un gotero que está sujeto a uno de los barrotes de la celda. Con el ceño fruncido, recorro con la mirada el pequeño tubo que sale de él, hasta que este se pierde entre mis sábanas. Entonces interpreto que está conectado a mi.

Pero es cuando intento mover el brazo derecho para apartar la sabana que me cubre, donde me doy cuenta de que no puedo.

Porque tengo la mano derecha esposada a los barrotes de ese lado.

Pongo los ojos en blanco en señal de rendición.

- Esto ya lo he vivido antes.

Hershel sonríe de nuevo. Aparta su mano de la toalla y deja de hacer presión en ella, para después destaparme.

The Walking Dead: Nuevo MundoWhere stories live. Discover now