Capítulo 36. Sigma.

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My world has fallen

I'm fallin' to my knees, oh, yeah

And now, I feel my hands tremblin'

Oh, Lord, ain't no promise I'll breathe again

But I won't back down


Won't Back Down - Bailey Zimmerman, Dermot Kennedy, NBA YoungBoy



El calor de aquella noche lo busqué con más rabia de la habitual en el cuerpo de Dante.

Por supuesto, él ni siquiera se inmutó. Algún que otro gruñido, una que otra lágrima, pero nada más. Era de los pocos capaces de aguantar sin protestar demasiado a pesar de ser un enclenque flacucho, y tampoco tenía otra opción más que no fuera obedecer las necesidades naturales de un superior.

Ahora me da la espalda, mostrándome su piel pálida y llena de cicatrices. Me levanto del suelo antes de que comience su llanto silencioso y me amargue la satisfacción obtenida. Me pongo los pantalones y me alejo de las ascuas en la hoguera, observando el sol saliente de la madrugada que ya está a punto de terminar. Gran parte del grupo todavía duerme, ayer fue noche de celebración, no todos los días los vivos regresan de entre los muertos. Cierro los ojos, inspiro el olor del bosque que nos rodea con sus hojas secas y sonrío.

Sigma está vivo.

Y en cuanto lo encuentre... oh, la frialdad de una tumba le parecerá la mayor de las comodidades.

No sería rápido, en absoluto. Primero lo tendré conmigo mucho tiempo, única y exclusivamente mío, dejaré muy clara su propiedad al resto. Disfrutaré todo cuanto no he podido con él y cuando me canse, si eso sucede y si Alpha me da permiso... si tan solo me lo diera...

Mi cuerpo tiembla de excitación tan solo de pensarlo. Joder, incluso me vibra el pecho ante el rugido placentero que proviene de mi garganta.

¿Cómo es posible? ¿Cómo podía seguir vivo? Todos lo dimos por muerto en el incendio, las llamas redujeron la pequeña fábrica a la nada, tuvimos suerte de salvarnos un cuarto del grupo. Doy un vistazo a la piel quemada de mi brazo izquierdo que me llega hasta el pecho y ocupa parte de él. Sacudo la cabeza, deshaciéndome de aquellos recuerdos, del dolor y la agonía de curar este destrozo en mi cuerpo.

—Y pensar que lloré tu muerte —siseo entre dientes, sentándome al inicio del descenso de la colina, observando al sol salir en ese amanecer. Rio con los ojos plagados de lágrimas—. Pero las cucarachas son difíciles de matar, ¿verdad? No te haces a la idea... la impotencia de saberte muerto... mi mundo se apagó... no he dejado de recordarte un solo día desde que te conocí.

Lo recuerdo como si acabara de vivirlo.



Tan solo tenía cinco años, una mirada triste y vacía y un nombre sin apellido que se grabó en mi corazón como una herida. Se aferraba a las faldas de la hermana Josephine yéndole la vida en ello, asomando su cabecita para contemplar el pabellón masculino del orfanato. Ríos de lágrimas secas recorrían sus hundidas mejillas. Era tan frágil y pequeño como un colibrí herido al que le habían roto las alas para que nunca más pudiera volar.

Lo supe en el instante en el que sus ojos se encontraron conmigo, porque los míos eran igual. Negros, sin alma, perdidos. No había cura que los pudiera sanar.

Pero algo me decía que su situación era peor que la mía, él no entró allí a voluntad y por su propio pie a diferencia de mí.

Sentado en la parte de arriba de mi litera, balanceaba los pies y ladeaba la cabeza para observarlo mejor. Compañeros y compañeras lo contemplaban como si fuera un juguete nuevo mientras seguía los pasos de la hermana por el pasillo central entre las literas, pisándole los talones como un cachorro abandonado. Tan solo yo parecía ver su oscuridad, su vacío, su desesperanza. Todo lo que me unía a él.

The Walking Dead: Nuevo Mundoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن