Capítulo 19. A diferencia de Eugene.

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- Siempre estarás con nosotros, en nuestro corazón. – dice Maggie con un profundo pesar, antes de depositar un beso en el dorso de la mano de Bob. Y no se equivocaba. Bob era de esas personas que, con su sabiduría y optimismo, calaban hondo en cualquiera. Te contagiaba esas ganas de vivir, esa manera de ver el lado positivo de las cosas. Y no era justo que, precisamente alguien como él, alguien que hacía tanta falta en un mundo como este, acabará de esta forma.

Apoyado en el marco de la puerta, observo como todos a su alrededor le miran con lástima, pues sé de sobras que piensan lo mismo que yo.

Suspiro y froto mis ojos un tanto agotado. La adrenalina acumulada momentos atrás a acabado con las pocas energías que me quedaban.

Algunos empiezan a salir de la habitación para dejarle un poco de tranquilidad al chico, que yace tumbado en su cama, acompañado de Sasha, y yo me hago a un lado para dejarles pasar.

Carl pasa a mi lado, dedicándome una rápida y enfurecida mirada antes de ignorarme por completo, como si yo fuera una decoración más de la pared tras de mi. Paso una mano por mi pelo y vuelvo a suspirar.

- Vale... - murmuro para mi mismo, y antes de salir de la habitación, le doy un último vistazo a Bob, despidiéndome de él. Entonces el chico me guiña un ojo y muestra una leve sonrisa, qué a juzgar por su gesto, intuyo que esa simple mueca le causa un gran dolor. Sonrío suavemente, con pesar y rabia en mi corazón por lo injusta que es la situación, y le devuelvo el gesto guiñándole un ojo también. Bob sonríe complacido, y llama a Rick, para enfrascarse en una privada conversación con sabor a despedida.

Camino por la iglesia perdido en mis propios pensamientos, en todo lo que ahora se me avecinaba, evitando pisar las grotescas manchas de sangre que Gareth y los suyos habían dejado en la madera del suelo, como un recuerdo de nuestros instintos más sádicos, y es qué si algo me torturaba más que nada después de estos momentos, es el cómo puedo llegar a sorprenderme a mi mismo, disfrutando de las violentas muertes que hemos cometido. Los temblores aún me sacudían ligeramente, haciéndome sentir un monstruo, una vez más. Hecho que ni si quiera pienso en el momento en el que he visto a Rick hundir su machete en Gareth.

Me siento en los primeros bancos frente al altar y por decimoquinta vez en menos de tres minutos, vuelvo a frotarme los ojos, como si así fuera a borrar de mi retina todas las imágenes que han pasado frente a mi. Y lo mucho que me han complacido. Ignoro el dolor que en mi destrozada mano provoca ese gesto.

- ¿Estás bien? – pregunta Michonne a mi lado, de pie, frente a una bolsa deportiva que estaba sobre el banco, sobresaltándome y sacándome de mis pensamientos. Suspiro.

- Unos locos han intentado matarme, lo de siempre. – digo sarcásticamente. Ella ríe. - Si... Tan sólo... Pensaba. – musito.

- Entonces ese es el problema. – afirma la mujer. La miro extrañado. – Lo tuyo nunca ha sido pensar. – responde como si nada, mostrando su blanca sonrisa. Sonrío yo también, dejando escapar todo el aire que guardo en mis pulmones a modo de risa. – No te tortures a ti mismo, Áyax. No estás haciendo nada malo. – dice. Alzo mis ojos y la observo confundido.

- ¿Por qué siempre sabes qué es lo que me pasa? – pregunto. La mujer ríe.

- Porque te conozco desde que eras pequeño. A estas alturas ya es fácil saber qué es lo que te preocupa. – admite poniendo una mano en mi espalda mientras se sienta a mi lado. Sonrío y niego con la cabeza.

- Siento como si les fallara. A Daryl. Y a Carl. – confieso en un susurro mientras me apoyo en el respaldo y doblo la rodilla izquierda hasta pegarla a mi pecho y poner el pie sobre el banco. La mujer gira su torso en mi dirección, poniendo atención a mis palabras.

The Walking Dead: Nuevo MundoWhere stories live. Discover now