Capítulo 22. Alexandria.

5.4K 324 436
                                    

- ¡Dijiste que había muerto! – le grito a Daryl bajo la atenta y afectada mirada del resto del grupo.

Y de Merle.

- ¡Y eso creía! – exclama con el mismo tono de voz mi hermano.

El segundo.

Paso las manos por mi cara y por mi pelo con frustración, para terminar alzando la vista al cielo.

Si existía un Dios, este tenía que estar pasándoselo en grande a mi costa.

- ¿¡Acaso le viste morir!? – contraataco con la desesperación bañando mis palabras.

Un nudo oprime mi garganta de tal manera que comienza a ser asfixiante.

Y la mirada de Daryl se desvía.

- ... No. – susurra. Bufo con hartazgo. Cómo podía ser esto posible. – Yo... Escuché los disparos.

- Y le diste por muerto. – sentencio con frialdad, asintiendo ligeramente con la cabeza.

- ¿¡Qué otra opción tenía!? – grita con rabia, mirándome a la vez con incredulidad, como si no pudiera creer lo que escuchaba.

- ¡Comprobarlo era una de ellas! – bramo cuando quedo a su altura.

Y un tenso silencio se instala a nuestro alrededor.

- ¿Podríais dejar de hablar de mi como si yo no estuviera delante? – pregunta el imbécil de Merle con su estúpido sarcasmo.

- ¡TÚ CÁLLATE! – gritamos Daryl y yo en su dirección.

Y de nuevo, el silencio.

Puedo sentir las pupilas expectantes de todos los presentes clavándose en mi cuello.

Mi poco desarrollado cerebro intentaba comprender cada imagen que mis ojos procesaban, pero era imposible de asimilar.

Es decir ¿Cómo demonios comprendes que tu hermano al que creías muerto... nunca lo ha estado realmente?

Sé que es mi hermano, pero no lo reconozco como tal.

No veía a este desconocido desde hacía una década.

Literalmente.

Diez años sin saber prácticamente nada de ese tosco, bruto y descerebrado que decía ser mi familia.

En algún lugar recóndito de mi mente, algunas viejas y olvidadas imágenes vuelan a su libre albedrío, confirmando que ese hombre de un eterno aspecto altivo era quién decía ser.

Pero mi cerebro había decidido tomarse unas largas y merecidas vacaciones, porque este exceso de información le sobrepasaba de una manera asfixiante.

Ese tío.

Merle Dixon.

Mi hermano.

Era el culpable de que Daryl se viera obligado a abandonarme en un orfanato cuando tan sólo era un niño.

Haciendo que ambos desaparecieran de mi vida para siempre.

Jamás tuve una visita, una carta, una noticia.

Nada.

Y si las pocas imágenes que mi mente tenía de Merle no habían sido suficiente, pronto quedan opacadas por una sola, de mi mismo, mirando por la ventana del pabellón de chicos, esperando verlos aparecer por la vuelta de la esquina.

Un deseo.

Una añoranza.

Un único anhelo.

The Walking Dead: Nuevo MundoWhere stories live. Discover now