Lo que no se espera

43 8 1
                                    

El dolor que Sakura sentía era indescriptible, parecía que la sangre le estaba hirviendo y que todos sus músculos estuvieran recibiendo descargas eléctricas. Escuchó voces a lo lejos, pero era tanto su sufrimiento que no se pudo concentrar en ellas.

—Sakura —le llamó Zia al poner una mano en su mejilla. Ella abrió con lentitud los ojos y encontró que lo veía borroso—. Vamos a tratar con un sedante —explicó—. Va a ser inyectado para que pase directo a tu sangre.

Ella asintió levemente, aceptaría lo que fuera con tal de dejar de sentir.

Zia miró al doctor y movió la cabeza, el hombre se acercó e inyectó el líquido mientras que el líder pasaba una mano por el cabello de la chica para transmitirle algo de calma, sabía lo mucho que odiaba las jeringas.

—Listo, el efecto será inmediato y se va a quedar dormida —les informó el doctor.

Zia asintió y observó cómo los ojos de Sakura se fueron cerrando con lentitud hasta que se quedó profundamente dormida.

Le dio un beso en la frente y se levantó.

—Necesito que alguien se quede con ella —le dijo al hombre con cierta urgencia.

El doctor y la enfermera se vieron antes de regresar la atención a él.

—Nosotros lo haremos.

Zia asintió y después de ver una vez más a Sakura, salió en busca de sus amigos.

Caminó entre varios pasillos; el bajo mundo contaba con unos que eran bastante anchos, había casas de tablaroca y pequeños cuartos para los visitantes, aunque los que vivían ahí de manera definitiva podía decidir entre casa o cuarto, pues algunos preferían la privacidad para sus familias, por eso se les daba la opción.

Contaban con un comedor comunal, salas de juntas y en cada esquina había un cuarto para que los miembros de la resistencia practicaran con armas y combate cuerpo a cuerpo.

Fue un trabajo de años, pero las familias de Zia, Dara, Ezra y Akemi pusieron todos sus esfuerzos en construirlo, pues era el lugar más cercano a Reiku; cuando las persecuciones comenzaron ese fue el lugar más golpeado.

No había tanta gente por la masacre de hacía algunas semanas, pero la poca que estaba lo vio con asombro.

El rumor era que murió en el ataque a Hong Kong, y verlo era como estar frente a un fantasma.

Caminó hasta dónde pudo sentir la energía de sus amigos; al llegar abrió la puerta, entró y cerró tras de sí para poner su escudo.

Todos lo vieron con sorpresa, pues de verdad creyeron que no se movería de la enfermería.

—¿Y Sakura? —preguntó Akemi y ladeó la cabeza.

—El doctor se quedó con ella... ¿me pueden explicar qué hacen aquí? —contestó Zia viendo a cada uno. Se suponía que llegarían al pent-house.

—Nos atacaron —explicó Ezra—. Entraron al departamento y bloquearon nuestras habilidades con una sustancia hecha humo.

Zia lo vio con sorpresa.

—¿Amarillo? —preguntó al recordar el ataque en la estación.

Lien se sentó y lo vio con el ceño fruncido.

—¿Cómo sabes?

El líder sacudió la cabeza y pasó una mano por su cabello.

—¿Qué saben del ataque a Hong Kong?

Sus amigos cruzaron miradas.

—Sólo lo que sale en las noticias, y sabemos que no son confiables.

Zia asintió y caminó de un lado a otro, ¿por qué atacaron Shenzhen?

El poder en unoWhere stories live. Discover now