El inicio de un legado

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Hong Kong, año 2025

El sonido de una pelota botando a escasos pasos de él, lo percibió como un estruendoso tambor con eco. Las risas de las personas a su alrededor las escuchó tan fuerte que le hicieron creer que estaban a su lado aunque estuvieran a más de dos metros de distancia.

Se sentía ansioso a tal grado que todo su cuerpo estaba tenso, los sonidos los recibía tres veces más fuertes que nunca y provocaban que energía recorriera sus manos.

Trató de respirar con parsimonia para calmar su estado alterado, pues incluso tenía la sensación de que miles de hormigas caminaban en sus manos. Las estiraba y empuñaba de manera disimulada en un desesperado intento por no actuar en defensa propia ante un enemigo que no lo acechaba.

El ambiente estaba cargado de estática, de alguna extraña y oscura energía que le tenía los vellos erizados en espera de algo que no lograba comprender. Su corazón latía dolorosamente fuerte, lo sentía incluso en su frente.

«Algo está mal» pensó una y otra vez con cada paso que daba, su estómago parecía estar dando vueltas en su interior.

Quería adjudicar la tensión del momento a lo que presenció horas atrás, en la escuela. A las miradas desafiantes que su primo y mejor amigo se dieron ante la fatídica noticia que cierta chica soltó esperando ser felicitada.

Pero no, había algo más; sus sentidos estaban alertas como si de un águila se tratara. Le desesperó no saber la razón para tal desequilibrio en su persona.

El aire llevaba consigo el olor salado que desprendía el mar a unos cuantos metros de dónde gente iba y venía con bolsas de diferentes marcas. Hasta eso, el bullicio no era mucho, pues era un día entre semana como cualquier otro.

El sol comenzaba a ponerse por el horizonte; si miraba al cielo, podía encontrar manchas rojizas y azuladas mezclándose sobre su cabeza de manera magistral.

Hong Kong era su ciudad natal, aunque su padre no era de la región. En un viaje de intercambio, el hombre se enamoró de su madre y terminó por establecerse en un país sumamente distinto a su amado Israel; lo demás era historia. Él nació en un hospital del país asiático; era una rara mezcla de israelí oriental que llamaba la atención a donde sea que fuere.

Escuchó un suspiro y trató de no entornar los ojos con irritación, sin embargo, de soslayo observó a su acompañante. Pasó una mano por su cabello color chocolate y negó con la cabeza.

—Cambia esa cara, Ezra, estás arruinando totalmente mi día.

El chico a su lado se limitó a meter las manos en las bolsas de su pantalón, manteniendo la posición de hombros caídos y mirada fija en el suelo.

—Pudiste salir con Aledis, ella estaba más que puesta —refutó con ironía.

Un bufido escapó de sus labios al sentir, por décima vez, el celular en su bolsillo vibrar. Era obvio que la aludida estaba llamando; recordó con cierto enojo el drama que le hizo por querer estar solo en su cumpleaños. Pero si era sincero, la chica se había vuelto asfixiante de un tiempo en adelante.

—No quiere entender que lo nuestro no está funcionando; ni con los múltiples comentarios sarcásticos de Dara me deja terminar la relación.

Llegaron hasta una banca que se hallaba cerca de los juegos mecánicos y se sentaron. La plaza Harbour City era uno de los lugares más grandes y emblemáticos de Hong Kong. Contaba con tiendas, cines y atracciones variadas que se podían disfrutar en familia; desde donde se encontraban se veía el puerto de Victoria Harbour con facilidad. Incluso con la gente que caminaba a su alrededor, podían admirar el majestuoso mar.

El poder en unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora