Almas gemelas

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Cuando Sakura cumplió cuatro años, sus poderes empezaron a aparecer, al principio se asustó mucho, pues no sabía qué pasaba. Sin embargo, cuando sus padres le explicaron que no era la única de la familia que podía hacer cosas únicas, se sintió mejor y aprendió a aceptar lo que era.

El día que el alma de Sakura cambió, encontró un pajarito con el ala lastimada, tras levantarlo y acurrucarla en sus diminutas palmas, se concentró hasta que una luz rosa rodeó a la pequeña ave.

Sonrió al sentir el cambio en las alas, luego levantó las manos y el ave voló totalmente recuperada.

—Eso fue un buen gesto de tu parte —dijo su abuelo mientras veía al ave alejarse.

La pequeña lo vio con una sonrisa antes de correr a abrazarlo.

—¡Abuelo! —exclamó, emocionada.

—¿Cómo estás mi pequeña flor? —preguntó él con cariño.

—¡Muy bien! ¿viste cómo voló? —cuestionó ella al señalar al cielo.

Su abuelo asintió, miró a su alrededor y se puso en cuclillas para estar a su altura.

—¿Qué crees? Te conseguí un amiguito —susurró el hombre con una sonrisa curiosa.

—¿Otro pajarito? —preguntó Sakura con inocencia.

Su abuelo negó y le extendió una mano.

—¿Lo quieres conocer?

Ella asintió emocionada y tomó lo ofrecido.

Estaban de visita en el hotel, era raro que fueran pues al parecer sus padres tenían desacuerdos con su abuelo, pero ese día en especial la encargaron porque ambos tenían actividades y su hermano estaba en clases.

Su abuelo la llevó al fondo del hotel donde había como un diminuto cuarto, la puerta tenía un candado viejo que él quitó antes de abrir, ahí había solo unas escaleras y un foco amarillo, tras encenderlo, ambos descendieron, Sakura se aferró a la mano del anciano ante el miedo a lo desconocido.

Llegaron hasta donde había unas como celdas viejas y sucias; tras asomarse en la primera, Sakura vio a un pequeño niño dormido sobre un catre. Su abuelo se hincó junto a ella, nunca desvió la mirada del niño encerrado.

—Él es tu nuevo amigo, está un poquito enfermo y por eso se encuentra aquí.

Ella no supo qué decir, pero algo dentro de ella le gritó que así no se trataban a los niños.

—¿Por qué está encerrado? —preguntó en voz baja.

—Para que no corra al exterior, es peligroso para alguien como él.

Sakura asintió creyendo el argumento, sus papás tampoco la dejaban estar sola en el exterior.

El abuelo de Sakura abrió la celda y le pidió que entrara, sin embargo, ella lo vio insegura.

—No te preocupes, mi flor, es bueno, solo lo estoy cuidando. —Su abuelo trató de asegurarle.

Ella entró y él cerró la celda y quedó expectante antes de decir—: Despiértalo.

Sakura lo vio con algo de miedo y luego observó al niño, por las marcas de ríos negros en sus mejillas, parecía que estuvo llorando.

Finalmente suspiró y se acercó.

—Oye ps ps —murmuró a la oar que lo movía del hombro.

Él abrió sus ojos, con lentitud, y fue la primera vez que ámbar y esmeralda se encontraron.

El poder en unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora