Real o irreal

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Fue una verdadera fortuna subir y bajar del avión sin problemas, de hecho, Sakura se relajó a tal grado que prácticamente se durmió todo el vuelo. Pero ya era tarde y Zia no quiso arriesgarse a viajar de noche hasta Hong Kong; el tramo estaba lleno de cazadores furtivos de Peris que por la noche asesinaban sin escrúpulos.

Shenzen fue una de las ciudades más golpeadas cuando Reiku inició su ascenso al poder. Ante la cercanía a Hong Kong, y al ser este último un tipo de refugio para los Peris, el tirano trató por todos los medios de tomar control de la ciudad. Sin embargo, al verse imposibilitado de entrar, optó por la guerra psicológica que radicó en infundir miedo a los habitantes del lugar para que hicieran su trabajo.

Algo que derivó en una ciudad con pocos caminos, habitantes, y un solo cruce a la isla de Hong Kong.

Ante este escenario prefirió rentar dos habitaciones en un hotel y continuar con el viaje la mañana siguiente.

Una vez instalado, le mandó un mensaje a Ezra, avisando que habían llegado y la ubicación de dónde se estaban hospedando.

Del otro lado del pasillo, Sakura puso su maleta en el suelo y se sentó en la cama con un gesto de agobio, tenía hambre, pero le dio pena comentárselo a su acompañante. Jugó con sus manos hasta que finalmente se encogió de hombros al decidir resignarse. De todos modos estaba acostumbrada a saltarse comidas.

Durante su tiempo en el hotel se alimentó de la peor manera; a veces Reiku la castigaba quitándole los alimentos por varios días y cuando por fin se los regresaba, era esa odiosa papilla que solo la hacía saciar el hambre, junto a un pan y medio vaso de agua.

Sintió un escalofrío, recorrerle el cuerpo ante el recuerdo del tirano, aunque el cuarto de Zia estaba cruzando el pasillo, se sintió tan sola como alguna vez lo estuvo en la prisión.

Se recostó en forma fetal y llevó sus pensamientos a lo que pasó antes de subir al avión: Zia se conectó a ella y la tranquilizó como nada más Ian lo pudo hacer en su tiempo. No entendió cómo sucedió, en especial porque él ni siquiera se dio cuenta de lo que hizo.

Tocaron a su puerta y ella se levantó de un movimiento para verla con algo de miedo.

—Soy yo —susurró el líder desde el otro lado.

Suspiró aliviada y se levantó a abrir.

—¿Está todo bien? —preguntó al hacerlo.

Él asintió y se sonrojó un poco.

—Compré algo de comer, no sé si quieras que te lo traiga... —Empezó a decir viendo hacia su cuarto.

No sabía qué le pasaba, parecía un mocoso de dieciséis años; lo más irónico era que él a esa edad fue todo menos tímido.

—¡Gracias! —exclamó Sakura con una enorme sonrisa—. Si quieres yo voy por ella, no te preocupes —dijo antes de tomar su llave y salir de la habitación cerrando la puerta tras de ella.

Zia asintió y se tragó los nervios cuando se dirigieron a su cuarto.

—No sabía qué traerte, así que compré un poco de todo —explicó al cruzar el marco de su puerta antes de señalar las bolsas en el tocador.

Ella sonrió y asintió agradecida, se acercó a las bolsas y luego vio con nervios al chico.

—¿Te importa si comemos juntos? Me siento algo sola allá —le confesó con un sonrojo en las mejillas.

Él la vio con escepticismo, pero asintió con lentitud y recibió una pequeña sonrisa mientras cerraba la puerta de su habitación. La chica empezó a sacar los envases de las bolsas y los puso en una mesita que yacía en la esquina.

El poder en unoWhere stories live. Discover now