1.- Jamie

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Llegar tarde no era apañarse precisamente bien.

Días antes, en el mismo email en el que explicaba el problema, Ángela le habló de la reunión como posible solución, y escribió:

Cafetería Aderlyne, a las 10:30h.

Calle 9. Aderly, Minnesota.

Seguidamente, adjuntó un copia y pega de la foto que el diseñador de la web del ayuntamiento de Aderly subiese de la alcaldesa junto con todo su equipo de Gobierno y Administración, para que Charlie la conociese físicamente de antemano, y añadió al pie:

Aunque seguramente no mostrará la misma sonrisa. A ver cómo te apañas.

Charlie llegaba a esa reunión con casi diez minutos de retraso. Fue por eso que dejó a su novio a cargo de las maletas enfrente del hotel de Aderly, mientras ella, sin apenas asearse, corría al punto de encuentro.

Encontró a su cita, elegante y sobria en su soledad, terminándose un café.

La alcaldesa de Aderly, de unos cincuenta años, era una mujer de aspecto cuidado, de melena rubia cortada al estilo bob, ojos grandes de un azul hielo, y labios extremadamente finos.

Charlie se atusó un rizo que se le había escapado de la coleta, se aproximó a ella y, con la sonrisa que le faltaba a su contrincante, se presentó:

—Charlene Angel. Encantada de conocerla, señora Barnes. Aunque sea en estas circunstancias...

La señora Barnes la miró de arriba abajo. Nada en su mirada expresó si apreciaba o no la simetría de sus facciones, el modo como sus ojos avellana brillaban en medio de un rostro de chocolate enmarcado de cabellos negros y rizados recogidos en una coleta, la perfección de su dentadura entre unos labios carnosos sin maquillar. Tampoco dejó traslucir qué pensaba de su traje de color azul marino arrugado y salpicado de migajas de magdalena en las solapas, de sus zapatos algo embarrados.

Consciente de que estaba siendo examinada por una mujer que tenía el poder suficiente como para arruinarle en dos minutos el trabajo de sus futuros doce meses, Charlie se sacudió las migajas y se volvió a recolocar el rizo rebelde, mientras ampliaba su sonrisa para decir:

—Disculpe mi apariencia. Acabo de llegar desde Nueva York y no he tenido tiempo ni de pasar por el hotel. Este viaje ha sido apresurado, tanto como importante... No quería llegar tarde.

—Todavía estoy aquí —dijo Barbra Barnes, con seriedad.

Se dieron la mano. Charlie se sentó frente a la alcaldesa, mientras esta hacía señales a la camarera para que se aproximase y, al tiempo, le preguntaba:

—¿A qué circunstancias se refiere?

—¿Cómo?

—¿Qué deseas tomar? —preguntó la camarera, de bucles dorados y bonita sonrisa. Sus labios delicados eran de color rosa, como su uniforme.

—Solo y sin azúcar, por favor —dijo Charlie, y, en cuanto volvieron a encontrarse a solas, agregó:— Ángela, mi agente, me ha puesto al corriente del problema, un problema legal, me ha dicho, pero no entiendo muy bien a qué se refiere. Yo soy una escritora de ficción que va a escribir una historia de ficción. Si lo que le preocupa es el nombre del pueblo, sepa que no usaré nombres reales y que para estos casos suele advertirse, en las primeras hojas, que las coincidencias son fruto de la imaginación del autor y...

—Vayamos al grano. ¿De dónde ha sacado ese nombre?

Charlie parpadeó, confusa.

—Me refiero a Bethany Bell —le aclaró la alcaldesa Barnes.

¿Qué fue de Bethany Bell?Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz