15.- Abre los ojos, Tommy...

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Ingrid, que no les abrió la verja de entrada cuando llamaron, ni movió un músculo cuando les vio saltarla, les permitió estudiar la fachada, tirar alguna que otra piedrecilla al piso superior, intentar una y otra vez hacerse oír por aquella a quien buscaban...

La señora Johansson sabía que la ventana que les interesaba estaba fuera de su alcance, que reinaba el mismo silencio que en el resto de la casa, y que aparentaba la misma soledad desde fuera.

Transcurrieron casi quince largos minutos y finalmente, los chicos se marcharon por donde habían llegado, cabizbajos y sin prisa, dos con las manos en los bolsillos, otro dando patadas a la gravilla del sendero de entrada, como si ya nos les importase ser sorprendidos.

Ingrid se sonreía mientras dejaba a Rajasi en el suelo. Luego, subió al primer piso y visitó a su marido enfermo. Peter seguía sufriendo dolores de estómago y de cabeza. Le tomó la temperatura. También hoy tenía fiebre.

En la fotografía enmarcada que había en la mesilla, junto a un vaso de leche, Peter era un hombre con sobrepeso.

—Vamos, cariño —le dijo—. Te ayudaré a tomarte la leche, sabes que te hace bien.

Él se esforzó por incorporarse y sujetar el vaso, y ella le ayudó a sostenerlo y a tomar hasta la última gota.

—Así, así, mi vida... Acábatelo todo... Te hará bien... Pronto te sentirás mejor, ya lo verás —le prometió ella, con dulzura, y Peter se lo agradeció con una sonrisa, que un retortijón de estómago le borró enseguida.

Ingrid le acarició el rostro hasta que él se quedó dormido. Entonces, cogió el vaso vacío y salió de la habitación. Bajó al primer piso, donde lavó el vaso, que dejó junto a la taza, y salió de la cocina.

Como siempre a todas horas, Ingrid lucía guapa, elegantemente peinada y preparada para salir.

June estaba sentado en el sofá, casi fundido con el blancor que le rodeaba. A su lado se encontraba June con un libro en una mano y Rajasi bajo la otra.

Ingrid se acercó al sofá y ladeó la cabeza para ver mejor la hoja del libro que su hija tenía en el regazo.

Lo que June estaba leyendo era:

«Por ejemplo, si una experiencia aleatoria se repite 40 veces y un cierto suceso, S, ocurre 26 veces, decimos que su frecuencia ha sido 26, y su frecuencia relativa 26/40 = 0,65: f(S) = 26 fr(S) = 26/80 = 0,65. La frecuencia relativa también se expresa, en ocasiones, en tantos por ciento (65%).»

Ingrid le dijo, con suavidad:

—Recuerda que tienes que lavarme el coche y ayudar a la señora Yu con sus tareas. Estate atenta cuando regrese.

Ingrid no dijo nada más antes de volver a dejarla sola.

June no levantó la vista del libro, pero era consciente de que, aunque la hubiese castigado de nuevo, en el fondo y a su modo, su madre estaba orgullosa de ella. Arrugó el ceño.

 Arrugó el ceño

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¿Qué fue de Bethany Bell?Where stories live. Discover now