31.- Los cuerpos

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Encontraron a Norah Lange y a Dennis Harper el mismo día de la llegada a Aderly de la sustituta temporal de Lincoln, la agente de policía Francesca Dictina Holden.

La agente Holden era una mujer blanca de mediana edad, de corta melena parda, expresión benévola y unos grandes ojos de pálido azul a los que parecía que todo el mundo caía bien independientemente de sus actos o dichos. La gracia y el encanto que demostraba apreciar de los demás no era, sin embargo, uno de los dones que solían destacar de ella quienes  no la conocían, menos aún cuando estaba haciendo su trabajo, de modo que encontrar a los novios desaparecidos de Aderly y devolverlos a su casa sanos y salvos hubiese sido la mejor presentación a la comunidad para ella, además de una gran noticia para las dos sufridas familias..., si no hubiese sido por el cómo los encontraron.

Sira todavía la estaba poniendo al día en el despacho de Lincoln cuando recibieron la visita de los revoltosos dos nietos del profesor Dukaquel y su no menos revoltoso mejor amigo, Adam Lagerlöf. 

Adam era el dueño del balón que los había llevado a descubrir la cajita de terciopelo grana extraviada en el bosque. Trufa, el pittbull de Adam, pronto relacionó su olor con un rastro que llevaba directamente a un enorme mancha de sangre seca desparramada al pie de un arce. La mancha fue un día un gran charco escarlata en medio de un mar de salpicaduras del mismo color, y de él surgían unas huellas alargadas, igualmente carmesíes, que se arrastraban sobre helechos doblegados en dirección a la orilla norte del lago.

En cuanto llegó hasta aquella orilla, Dictina Holden, tan reflexiva como sosegada en apariencia, sospechó que un gran peligro se ocultaba en Aderly, y puso en marcha el protocolo oficial.

Buzos del FBI se personaron enseguida para rastrear el lago y encontraron rápidamente los dos cuerpos, que trasladaron a la orilla en medio de una sensación intensa de horror y triunfo compartida a partes iguales entre los presentes. 

El FBI procedió entonces a buscar posibles testigos, entre los que destacó Sira, quien había sido la que había identificado los cadáveres en primer lugar. 

Sira contó a los agentes que se habían estado produciendo hechos de una alarmante violencia durante las fiestas, en los que alguien asesinó a los perros de uno de los granjeros vecinos. La oficina también había recibido denuncias por ataques de un tipo disfrazado de una geisha "espeluznante" que portaba una espada y que mostraba una sonrisa negra. Eran hechos que Lincoln no había tenido tiempo de investigar antes de resultar herido. La ausencia de la joven pareja ni siquiera fue considerada como una desaparición por entonces, les explicó.

Una vez que se descubrieron los cuerpos, la agente Holden informó personalmente a las familias de los jóvenes asesinados, y se encargó asimismo de advertir a los vecinos para que tomasen las precauciones necesarias, entre ellas, no desplazarse en soledad por lugares poco concurridos en horas de poca luz hasta nuevo aviso, aunque no tuvo que esforzarse mucho en esta tarea: La alarma corrió como la pólvora apenas el FBI llegó al lugar y, en un suspiro, todo el pueblo se hizo eco de lo que estaba sucediendo.

Holden trató asimismo de que el horrendo  hallazgo no llegase enseguida a la prensa, para que sus compañeros policías pudiesen trabajar en paz, pero en eso no tuvo éxito: el Global Post se presentó poco antes de que los buceadores del operativo policial descubrieran los cadáveres.

Y es que lo que había sucedido en Aderly interesaría, sin duda, a todo el país: 

Los cuerpos estaban destrozados. Ambos sumaban decenas de heridas entre los dos. Cuántos de ellas resultaban ser letales lo diría el forense, pero ninguna autopsia era necesaria para afirmar que algunas lesiones no buscaban la muerte, sino que parecían gratuitas, propias de una mente retorcida inclinada al sadismo: a Dennis le habían forzado una sonrisa diabólica, similar a la de la tristemente famosa Dalia Negra. A Norah le habían amputado el anular de la mano izquierda, allí donde seguramente se hubiese puesto el anillo que le regalase Dennis.

Las familias lloraban desconsoladas, psicólogos policiales trataban de consolarlas. Los periodistas se las arreglaban para fotografiar con zoom las sábanas con las que las autoridades cubriesen los restos, más allá del perímetro policial. Las luces y las alarmas de los coches patrulla detenían la normalidad de los aderlienses. Era una mañana espantosa de rumores, de sensación de emergencia, de sorpresa, de confusión. Y la inmensa mayoría ni siquiera había tenido tiempo de conocer a la nueva jefa de policía que había de encargarse de su seguridad, de hacerse a la idea de su presencia, de darse cuenta, por fin, de que la ausencia de Lincoln no los había dejado solos en manos del diablo.

La noticia del macabro hallazgo era muy difícil de creer en una comunidad tan unida. Una realidad que se le supone solo a las películas de terror: Un loco había visitado Aderly durante su queridas fiestas. Dos de sus amados jóvenes, Norah y Dennis, a quienes conocían desde bebés, que podían haber sido cualquiera de sus hijos... No resultaba ser una escapada. Una travesura, una rabieta, una muestra de rebeldía ante la decisión de los adultos que deseaban separarlos. Nada tan humano como eso.

Los inexplicables ataques de los que hablaba Sira, unidos a los dos asesinatos, hacían sospechar que, posiblemente, Aderly se enfrentaba a un brutal asesino en serie, que había estado intentando dañar a alguien hasta que, finalmente, tuvo éxito. Dictina Holden no era la única preocupada por si seguía oculto entre ellos, esperando otra oportunidad.

Y lo peor era que aún el FBI no tenía constancia de la existencia de ninguna persona desequilibrada obsesionada con extravagantes danzantes niponas, las armas blancas y los dientes cariados; nadie que, disfrazado como geisha, hubiese actuado de un modo similar en alguna otra zona del país. 

Unos le habían visto asir una espada, otros un bate, pero las razones del asesino para utilizar un arma u otra eran menos importantes que detenerlo tan pronto como fuese posible.

No era descabellado pensar que, pasadas las fiestas, hubiese abandonado su disfraz.


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¿Qué fue de Bethany Bell?Where stories live. Discover now