9.- Rabia

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Sucedió horas antes del amanecer.

Norah Lange, de diecisiete años, avanzaba entre los árboles vestida con un ajustado vestido medieval debajo de su largo manto de terciopelo. En su bonito rostro, entrevisto bajo la capucha granate y sus mechones negros, sus ojos, de pupilas enormes, giraban inquietos a la caza de cualquier movimiento sospechoso que se le abalanzase de entre las sombras...

De pronto, una garra surgió de detrás del arce junto al que pasaba, la agarró de la muñeca, la atrajo hacia su cuerpo ávido y oscuro lleno de pelos.

Un lobo con forma humana.

Norah gritó y peleó.

El hombre-lobo se rio.

Norah reconoció la risa. Le golpeó en el pecho con las dos manos y le dijo, enfadada:

—¡Idiota, me has asustado!

El  monstruo se llevó las manos a la cabeza y, bajo la cabeza peluda y el morro abierto lleno de dientes, apareció la sonrisa sin fin de un adolescente pelirrojo, de rasgos carismáticos y ojos alegres, de un color, que, a la luz de aquella luna menguante, en vez de celestes lucían oscuros.

Al darse cuenta de que su encantadora sonrisa no borraba el enfado de la chica, ladeó la cabeza y, arrepentido, dijo:

—Perdona, mi vida. ¿Te he asustado mucho?

Quiso abrazarla, pero Norah se apartó de él varios pasos.

—¿Ya no me volverás a querer? —insistió él, con mirada preocupada.

—Si vuelves a hacer algo como esto, no, Dennis.

—No lo volveré a hacer.

Norah lo miró con recelo.

—Nunca, nunca —añadió Dennis—. Que me parta un rayo si lo hago, Norah. Que se me pare el corazón si siquiera pienso en hacerte daño. Que me maten de la peor manera ahora mismo si...

—Vale, vale. ¡Te perdono!

Norah se acercó al joven y le dio un beso en los labios que devolvió la sonrisa a los dos.

—Eres un tonto —dijo luego ella, sonriente todavía—. Pero te quiero.

—Yo también, Norah.

—Lo sé. —Y se arrebujó en los dulces y fuertes brazos de él.

—¿Seguro que no te ha seguido nadie? —quiso saber Dennis, entonces.

—Tuve mucho cuidado. Dije a mis padres que después del cine pasaría la noche en casa de Sarah, y todos nuestros amigos están de acuerdo en decir que fue así. Si mi madre llama, Sarah le dirá que estoy con ella. No nos fallará. Ninguno lo hará.

—Tu padre es posible que nos perdonase... Pero como tu madre se entere, nos separará para siempre, Norah. Si no nos hubiese prohibido vernos...

—Tú no tiene la culpa de lo que haya hecho tu padre.

—Tu madre nunca lo verá así.

—Tendrá que verlo, porque no pienso dejarte jamás.

Se besaron de nuevo, esta vez con más sentimiento. Sus sonrisas dieron paso al rubor intenso en sus mejillas y al pálpito desenfrenado de sus corazones adolescentes.

—Podría estar aquí contigo siempre —jadeó el joven, en cuanto pudo volver a respirar.

—Sería buena idea... si no hiciese tanto frío —se sonrió ella.

—Hum, dicen que en Florida hace calor todo el año.

—Nada más me gustaría que estar contigo todo el año, Denny.

¿Qué fue de Bethany Bell?حيث تعيش القصص. اكتشف الآن