22.- Planta Cero

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Aquello era imposible.

Y, sin embargo...

Vieron una luz dorada frente a sí, a unos cincuenta metros y, por alguna razón, Jade y Justin recordaron aquella vez en Arkomeridiam, cuando se adentraron en el bosque de Tuleth el Mago y encontraron a tres Sombras Nocturnas a la luz de una hoguera. Los tres guerreros, grandes como osos, se repartían un cofre lleno de monedas de oro que acababan de robar tras vencer a la guardia de orcos del mago. Pudiendo decidir si pasar de largo o luchar contra ellos para devolver el tesoro a Tuleth, Khondor ordenó a Gran Kan y Gran Zar esto último. Los Tres Jotas ganaron aquella batalla, y el mago apareció para agradecerles su ayuda y recompensarles con una brújula de oro que les indicaba un atajo a Ultima Thule.

Esta noche, tan parecida a aquella noche, en un bosque tan parecido a aquel otro bosque, en un mundo tan misterioso como aquel otro mundo, Jade y Justin, pudiendo decidir retroceder, avanzaron hacia la luz de aquella otra hoguera, haciendo caso omiso a las débiles protestas de Jim, que les siguió por miedo a perderles de vista en una situación tan rara.

Así fue cómo los tres amigos llegaron a aquel claro. Y en el centro de él, vieron a un niño de unos diez años, delgaducho y pobremente vestido, que a la luz no de una hoguera sino de una lámpara de aceite, trataba de liberar a un gran danés pardo del cepo que aprisionaba una de sus largas patas delanteras, junto a un conejo cortado por la mitad. El perro gemía por el dolor, y el niño trataba de ayudarle con todas sus fuerzas, pero no era lo suficientemente fuerte.

De pronto, dos hombres, corpulentos y de aspecto rudos, salieron al claro iluminándose con un candil y apresaron al niño. El primero disparó al animal, que murió en el acto. El segundo llevaba una cuerda entre las manos.

¡Colguemos a esta rata ladrona! —exclamó el del revólver—. ¡Vamos!

El niño empezó a chillar, pero los hombres se movían deprisa. Ya tenían la cuerda colgando de una rama.

Justin y Jim no sabían qué hacer. En realidad, este no era el bosque de Tuleth el Mago, y ellos no eran guerreros robustos armados hasta los dientes y capaces de enfrentarse a moles de casi dos metros. Aquel lugar se parecía a Arkomeridiam, y ellos se sentían como Sombras Nocturnas, pero, al mirar a sus amigos, ninguno veía lo que le hubiese gustado ver en aquellas circunstancias... Y entonces, ¿qué podían hacer tres niños enclenques como ellos frente a dos adultos enormes como osos?

Por su parte, Jade pensaba en piedras. En rodearlos, en despistarlos, en la posibilidad de que en la jarana aquel otro niño pudiese huir... Se movió hacia una piedra. El movimiento llamó la atención del candil, cuyo dueño gritó:

—¿Quién anda ahí?

El foco de luz les dio de lleno con brusquedad.

Los tres Jotas echaron a correr.

Sonó un disparo.

Jade, Justin y Jim atravesaron medio bosque como liebres. Buscaban la cueva que los había llevado del salón de la casa de June hasta allí..., pero no lograron encontrarla. En vez de eso, jadeantes y asustados, acabaron en la orilla de un lago. Se giraron para mirar atrás y vieron que la luz que los perseguía se les echaba encima. 

Miraron en torno con desesperación. Jade se metió de cabeza en un zarzal, Justin le siguió, pero Jim no tenía sitio para esconderse allí con ellos y se fue a ocultar bajo las aguas del lago.

Poco después, un resplandor débil e incisivo barrió el lugar.

Ocultos en la desagradable panza del arbusto, Jade y Justin permanecieron muy quietos, sin atreverse casi a respirar. Las espinas se les clavaban dolorosamente. Justin sintió cómo patas diminutas y ansiosas le recorrían las manos aferradas al barro. El muchacho frunció fuertemente la boca y los ojos, obligándose a aguantar.

¿Qué fue de Bethany Bell?Where stories live. Discover now