32.- La ausencia de Jade

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Charlie, Cory y Boston se fundieron en un largo abrazo en cuanto se reunieron en Aderly, mientras Lincoln aguardaba en el Camaro.

Lincoln aún necesitaba cuidados y medicinas para sus heridas y se encontraba muy débil como para manejarse solo, si bien a su pareja, familia y amigos no les importaba tanto eso como el hecho de que ya pudiese ver, escuchar, expresarse. Vivir.

Boston fue por una manta para su hermano, mientras las dos amigas intercambiaban información en el pasillo, una vez que Lincoln estuvo tumbado en su cama y manifestó su deseo de dormir un poco.

—No ha querido hablar de lo que pasó —decía Cory, a media voz—. Pero le veo... despierto. Es un hombre fuerte... Saldremos adelante.

Sus emociones eran contagiosas y Charlie la abrazó, porque se dio cuenta de que su amiga lo necesitaba.

Laura Osheroff, que preparaba una bandeja de comida para su convaleciente hijo mayor, dijo, desde la cocina:

—Siéntate un rato, Cory, te preparo cualquier cosa. Tú también, Charlie, venid aquí las dos.

Cory se apartó una lágrima rápidamente de la mejilla y, entrando con Charlie en la cocina, dijo, forzándose a mostrarse alegre:

—No te molestes por mí, Laura. Tengo que pasar por casa de mis padres, aún no he tenido tiempo de hablar con ellos. Les he llamado al fijo desde el coche, pero seguramente Jade estaría hablando con sus amigos porque comunicaba todo el tiempo. Así que me voy ya y vuelvo más tarde a darme una ducha y a tomar algo.

Cory dio un beso en la mejilla a Charlie, otro a Laura y otro al abuelo Boston, que había acompañado a su nuera a casa de Cory y Lincoln para ver a su nieto mayor. Boston sénior se sentaba ahora en la silla que siempre ocupaba en sus visitas, para ver un partido de béisbol en la pequeña tele que la joven pareja colocase en su día junto al frigorífico.

Cuando Laura salía de la cocina con la bandeja camino de la habitación de Lincoln, Cory asió las manos de Charlie y le dijo, cómplice:

—Quedamos luego, ¿vale? Y hablamos sobre el asunto de Kansas.

El abuelo las miró con curiosidad, pero no dijo nada.

Cory se marchó, y Charlie se sentó junto al anciano,  juntos siguieron el predecible ir y venir de los futbolistas.


A quien Cory encontró primero al llegar a casa de sus padres fue a Tommy, que estaba sentado solo en la escalera de entrada, sin hacer otra cosa que dejar vagar sus ojos negros por encima de la valla.

El niño volvió hacia ella la cabeza antes de que Cory lo saludase, y al reconocer su voz, sonrió.

Cory pensó, como siempre, que Tommy tenía una sonrisa muy bonita, y tuvo la sensación de que debía de ser muy listo y tan habilidoso para conducirse en el mundo como el célebre Ray Charles, quien, según había oído en un documental, de adulto tampoco usaba bastón.

La señorita Fitt llegaba con el carrito de la compra y asimismo se alegró mucho de volver a verla. Dejaron a Tommy inmerso en sus pensamientos, fuesen cuales fuesen, y juntas entraron en la casa.

La señora Evans, que sacaba los platos del lavavajillas, lo dejó todo para ir a abrazar y a estampar un sonoro beso en la frente a su hija mayor. Acto seguido, después de interesarse sobre su viaje le preguntó, con un deje de preocupación en la voz:

—¿Cómo está?

—Bien, bien. Mucho mejor de lo que todos esperábamos. Muy cansado, con dolor, tiene que tomar analgésicos, pero la operación fue bien. El médico dijo que ha tenido mucha suerte.

¿Qué fue de Bethany Bell?Where stories live. Discover now