Capítulo 10

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10: No lo entiendes

Tendríamos que presentarnos esa misma semana. Estábamos ensayando dos horas al día en casa de Amy yo ya estaba agotada. No entendía por qué ensayábamos tanto si era solo un festival de instituto.

Además, Bella y sus amigos no eran tan buenos. Pero contaban con los votos de Oscar y los demás monos.

Cantarían alguna canción horrible.

Para cuando llegó el jueves, no había visto a Rachel en el instituto ningún día. Tampoco me la había encontrado por casa. Una mañana, le pregunté a mamá.

—Está enferma.

No me lo creí. Tampoco pensaba que estuviera así por nuestra charla del otro día: había algo más, pero en aquella época me daba igual lo que hiciera o dejara de hacer con su vida.

No fue hasta que vi con mis propios ojos lo que pasaba cuando empecé a preocuparme un poco.

Estaba a punto de salir de casa, tenía mi bajo colgado en la espalda y mi teléfono en una mano, porque había estado chateando con Amy segundos antes. Me asomé por la ventana, que estaba justo al lado de la entrada, para ver qué clima hacía.

En ese momento, vi cómo un coche aparcaba frente a la casa. De éste, salía Rachel caminando a toda velocidad hacia la puerta de entrada, pero Oscar también salió del vehículo y la alcanzó, preocupado. Empezaron a discutir y él se puso rojo de la furia. Justo cuando estuvo a punto de levantar la mano, salí de casa
rápidamente.

Hice ver que no me había dado cuenta de lo que había pasado. Oscar bajó la mano de inmediato y ambos se giraron hacia a mí, cuando escucharon mis pasos. Sonreí falsamente, no quería que él supiera lo que había visto.

—¿Nos vamos? —le pregunté a Rachel y ella frunció el ceño.

—¿Adónde?

Oscar nos miraba confuso. Había asumido que ella le había contado todo, tenía pinta de que sí lo había hecho: pero él estaba confundido por vernos hablar la una con la otra.

—Al ensayo... Dijiste que vendrías —alcé las cejas mientras la miraba, quería que captara que deseaba sacarla de ahí. Porque, si no venía conmigo, seguramente Oscar entraría a casa y no la dejaría en paz.

—Ah, sí... Hablamos luego, bebé —se despidió ella, con voz monótona y estaba a apunto de venir a mi lado cuando él la agarró por la cintura para atraerla hacia a sí y besarla con pasión.

Iu.

Aparté la mirada, mientras esperaba. Me daba asco ver cómo la gente hacía esas cosas en público.

—Te veo después, nena.

Ella por fin vino a mi lado y empezamos a caminar. Ella estaba bastante separada de mí, estaba al borde de la acera y temía que pasara un coche y se la llevara por delante.

—¿No estabas enfadada? —pregunté.

—¿Y tú no me odiabas? —se acercó un poco a by mí, poniendo las manos en las mangas de su chaqueta de pelo blanco.

—No te odio, solo creo que eres mala persona.

Me miró por el rabillo del ojo.

Tus espinasWhere stories live. Discover now